28/Mar/2024
Editoriales

Abril 6 de 1830: retoma Lucas Alamán, ministro de Relaciones Exteriores, la preocupación de Mier y Terán por la provincia de Texas y promueve la publicación de una ley de colonización que traslada la administración del ramo a la federación, provocando fricciones con el gobierno estatal de Coahuila y Texas

 

Abril 6 de 1830: retoma Lucas Alamán, ministro de Relaciones Exteriores, la preocupación de Mier y Terán por la provincia de Texas y promueve la publicación de una ley de colonización que traslada la administración del ramo a la federación, provocando fricciones con el gobierno estatal de Coahuila y Texas. Se restringe la inmigración norteamericana para neutralizar el anhelo de separación política, complicándose más la situación. El problema inició en 1823, cuando Stephen F. Austin instaló –con permiso especial mexicano- una colonia de 300 familias sajonas a lo largo del río Brazos, en el actual condado de Fort Bend y condado de Brazoria.

   Al grupo de sajones asentados en México se les conocía como Los Viejos Trescientos. Pronto, en 1826, Haden Edwards instiga a una insurrección en Nacogdoches, frontera con las colonias americanas ya convertidas en Estados Unidos de América, proclamando la independencia de lo que llamó “República de Fredonia”, pero los militares Austin y Mateo Ahumada lo derrotan con sólo entrar a Nacogdoches con sus respectivos ejércitos, pues se rinde Edwards sin disparar un tiro.

 Sin embargo, en 1827, el presidente estadounidense John Quincy Adams enseña la garra ofreciéndole a México un millón de dólares por el territorio de Texas, y su oferta también es rechazada. En 1829, Andrew Jackson eleva la oferta a 5 millones de dólares, y como por esas fechas México estaba ocupado derrotando a España en su intentona de reconquista, al mismo tiempo entraron en tropel una gran cantidad de sajones a asentarse en tierras mexicanas. Es en ese momento cuando Mier y Terán advierte el peligro de que la provincia de Texas pudiera separarse de México, pues los sajones indocumentados eran ya demasiados. Y así fue; entre 1832 y 1833 se inquietaron los colonos sajones texanos al saber de la lucha por el poder que se celebraba en la lejana ciudad de México, iniciaron sus “convenciones” para reaccionar frente a la abolición de la esclavitud.

   Y luego al enterarse que en Zacatecas se escindió Aguascalientes cuando el ejército mexicano derrotó al local de Zacatecas, los texanos decían temer una embestida igual de Santa Anna. Ese fue el pretexto para declararse independientes de México, ya que sus reclamaciones políticas, sobre todo su “derecho” a la esclavitud no prosperaron. En 1835 Austin anuncia en las convenciones que sólo la guerra contra México aseguraría la libertad texana, pues se encontraban en total abandono del gobierno mexicano. Fue a partir de ese momento cuando comenzaron los encuentros entre texanos y mexicanos comenzando con la primera batalla celebrada en González, Tamaulipas.

  La guerra de Texas en la que Antonio López de Santa Anna fue principal protagonista, es el primer capítulo de una novela del corte dramático que bien podría llamarse “Cómo despojar de su patrimonio a un país”. Primero, los sajones texanos se declaran independientes, luego conformaron la república de Texas y finalmente se adhirieron a Estados Unidos, sin tener que pagar los 5 mdd que el presidente Jackson había ofrecido por la compra de ese territorio. Con esas y otras consideraciones históricas, podríamos afirmar que Lucas Alamán sólo consiguió con la Ley de Colonización que hoy recordamos, echarle gasolina a la lumbre, aunque en honor a la verdad, con esa ley o sin ella, los texanos sajones ya tenían trazado un plan, de acuerdo con el gobierno norteamericano. Porfirio Díaz no es santo de mi devoción, pero cuánta razón tenía cuando dijo: “Pobre México, tan lejos de Dios, y tan cerca de Estados Unidos”. Y hoy lo comprobamos con la actitud agresiva contra nuestro país del presidente norteamericano Donald Trump.