03/May/2024
Editoriales

Por todos los diablos

Cuando llegaron los frailes franciscanos a Tlatelolco, alrededor del año 1530, se asombraron con los indígenas que ¡se bañaban todos los días! 

El exceso de limpieza era signo diabólico, decían. 

Al paso del tiempo tras la Independencia, la Invasión norteamericana, la Guerra de reforma, y la Invasión francesa, llegó la dictadura de Porfirio Díaz. 

Ella trajo modernidad productiva, pero la infraestructura urbana de la Ciudad de México quedó obsoleta. 

Se agigantó el problema sanitario y para sanear el medio ambiente se erigieron grandes obras; es decir pasamos de un extremo al otro; de una higiene exagerada a una insalubridad del diantre.

Entre 1886 y 1905 se construyeron el desagüe general de la Ciudad y el drenaje sanitario. La insalubridad venía de la industrialización y la defecación al aire libre en los barrios pobres que esperaban la lluvia para ‘limpiar su calle’. 

Por eso se legisló para que toda vivienda tuviera un baño aunque fuera común para los vecindarios. 

Finalmente se construyó un gigantesco sistema de desagüe mixto con drenaje profundo, pero aún así las contingencias sanitarias son frecuentes. 

Pero la Pandemia nos regresó a las costumbres indígenas de asearnos no una vez sino varias veces al día, entre agua con jabón, glicerina con alcohol y cloro a granel. 

Ya no estoy seguro si tenían o no razón aquellos franciscanos que llamaban diabólica a la costumbre de bañarse todos los días, pues ahora es obligatorio para evitar el contagio de Covid 19.

¿Y si al final se descubre que todo es un gran negocio enmascarado de arma maligna?

Don diablo no debiera permitir que lo utilicen con fines comerciales, so pena de irse al infierno.