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Enero 23 de 1848: provisto de su pasaporte, Antonio López de Santa Anna elude en Tehuacán, Puebla, una fuerza norteamericana que pretende capturarlo

Enero 23 de 1848: provisto de su pasaporte, Antonio López de Santa Anna elude en Tehuacán, Puebla, una fuerza norteamericana que pretende capturarlo.

Intenta refugiarse en Oaxaca, pero el gobernador Benito Juárez le niega protección por considerarlo peligroso para la estabilidad del gobierno local. Acababa de estallar la fiebre del oro en California (y con ella el júbilo de los estadounidenses), y con la guerra perdida, a punto de firmar el indigno Tratado de Guadalupe Hidalgo (Febrero 2 de 1848), por el que México entrega formalmente los territorios nórdicos que físicamente ya tenían en su poder los norteamericanos, nuestro país se retuerce de dolor por varias causas, además de la invaluable pérdida territorial, pues miles de mexicanos habían muerto y la dignidad nacional estaba pisoteada.

El reciente 8 de enero, Manuel Peña y Peña, presidente de la Suprema Corte de Justicia, hubo de asumir el poder Ejecutivo. Pero en varias regiones había brotes de inconformidad, como en San Luis Potosí, que el 12 de enero se proclama un plan que desconoce al gobierno instalado en Querétaro y convoca a continuar la guerra, mismo que es aplacado rápidamente. Nada hay que hacer a esas alturas, Estados Unidos “compró” más de la mitad del territorio y el 9 de abril, Santa Anna se embarcó en Veracruz rumbo a Jamaica y luego a Colombia, pero regresó en 1853 para seguir haciendo diabluras que después comentaremos.