04/May/2024
Editoriales

¿Por qué se prefiere el autobús y no el Metro?

El Área Metropolitana de Monterrey tiene entre muchos problemas, el de la salturación de las calles, donde circulan alrededor de tres millones de vehículos automotores, más una cantidad indefinida de bicicletas. 

El crecimiento del parque vehicular es absurdo pues la superficie de rodamiento no crece en la misma proporción, y por más soluciones viales que se construyan, los tiempos de traslado en la Ciudad son crecientes; la nuestra es una de las ciudades más complicadas del mundo en este tema. Por eso se debe buscar soluciones a corto plazo, como estimular el uso de bicicletas para el traslado a los centros de estudio y de trabajo.  

Sin embargo, esta es una tarea difícil porque el automóvil es, además de cómodo, una forma de mostrar el estatus socio económico, algo que en Monterrey es respetado; no hablo de que sea correcto, pero así somos los regiomontanos. 

Por lo pronto, se debe impulsar el uso del transporte público y tenemos dos alternativas: el autobús urbano o el Metro. 

Es claro que el Metro será a futuro la solución, pero por ahora las rutas de autobuses urbanos son el medio preferido por más de dos millones de usuarios, pues las lineas del Metro no forman aún una red que cubra toda la Ciudad.

El transporte público de pasajeros nació en París, en 1662, y en 1775 llegó el Tranvía que dio una solución a la movilidad ‘que sería permanente’. Hasta que el coronel Stanislas Baudry en 1825 irrumpió con un ómnibus, y de inmediato desbancó al Tranvía. Esto fue por su versatilidad en el itineriario, pues casi no necesitaba infraestructura, moviéndose por las calles sin rieles ni electricidad. Baudry tenía un negocio de baños termales en la ciudad de Nantes, y puso a disposición de sus clientes ese servicio de transporte, que llevaba desde el centro de la ciudad hasta los baños. Cabían 15 personas y todo fue que un vecino lo usara sólo para trasladarse a otro lugar cercano a los baños, cuando de regreso no cabían los aspirantes a pasajeros que querían ir al centro de la ciudad. Baudry amplió el servicio cuyo vehículo era inspirado en la diligencia tirada por caballos, poniendo una central frente a unos grandes almacenes con el siguiente rótulo: “Omnes ómnibus” es decir “hay de todo para todos” en latín. Al coronel le agradó el nombre de ómnibus, voz latina que quiere decir “para todos” y así bautizó su servicio. De ahí salió la idea a Inglaterra donde se inauguró la primera línea de ómnibus en 1829 y dos años después a iniciativa del inglés Walter Hancock nació el autobús, con motor de vapor, esa es la razón del antefijo “auto”.

Este autobús cubría la ruta de la City londinense y la ciudad de Stanford. Aunque al principio, como los ingleses compiten en todo con los franceses, no quisieron llamarlo igual, y el primer nombre fue el de “Infant” cuyos vehículos tenían motor alemán marca Benz y es en 1895 cuando ya había seis unidades, aunque debido a la reducida potencia del motor, el número de pasajeros que cabían era muy reducido, sólo seis, más el operador y los dos cobradores que iban afuera del autobús, al estilo de las diligencias. Con todos esos inconvenientes, así fue como empezó el reinado del transporte público de pasajeros en autobús que rebasó rápidamente al tranvía. Sin embargo llegó el Metropolitano (Metro) en 1863 y le arrebató momentáneamente el liderazgo al autobús, pero éste se superó dando servicio en la superficie de las calles, no en líneas subterráneas, siendo el preferido por las damas y los claustrofóbicos y siempre con rutas mucho más completas, así que terminó imponiéndose a su competencia. Hoy día, el autobús Transport for London (TfL) es símbolo de la capital del Reino Unido, con autobuses rojos de doble piso que cobran los mismo todos, aunque las rutas sean diferentes. En nuestra ciudad coexisten el Metro y los autobuses urbanos, pero la cantidad de gente que usa el autobús es muy superior a la que usa el Metro, pues de nuevo, la inversión en infraestructura es enorme, y las rutas de autobuses son mucho más completas que las lineales del Metro.

Desde luego que en nuestra Ciudad se están haciendo esfuerzos por construir nuevas líneas del Metro, pero hay oposiciones de los vecinos afectados, pues la solución planteada es el Metro aéreo que reduce la superficie de rodamiento, es decir, el ancho de las calles, además de que estorba a la vista por lo que disminuye los valores comerciales de las propiedades que afecta por su trazo. La solución ideal es el Metro Subterráneo, como la Línea 2 que hizo el gobernador Sócrates Rizzo que conecta la Plaza Zaragoza con las otras líneas aéreas de ese sistema de transporte colectivo. Sin embargo, por ahora la gente prefiere el autobús porque el Metro los deja muy lejos de sus destinos, y ahora los regiomontanos preferimos estar sentados frente a una computadora, que caminar varias cuadras.