16/Apr/2024
Editoriales

El secreto de los Jenízaros turcos

La caída de Constantinopla -mayo de 1453- es el evento político más relevante del siglo XV, a pesar de que en él se inventó el cañón y se descubrió América. Se trata de una de las batallas más interesantes de la historia universal, pues el imperio otomano desmadejó al imperio romano y las tácticas utilizadas por el sultán Mehemet II son realmente asombrosas. En esa encarnizada pelea, el papel de los jenízaros otomanos fue determinante, pues ya era la última fuerza del sultán puesto que todas las demás habían sido vencidas por los defensores de Bizancio encabezados por el emperador Constantino Paleólogo. Lo que poco se sabe es que esos jenízaros, que eran el cuerpo elite del imperio turco, tenían origen cristiano y pelearon con asombroso salvajismo en contra de los cristianos, a quienes les decían “infieles”. Aunque parezca increíble los jenízaros eran los niños secuestrados en las batallas donde los otomanos conquistaban tierras cristianas, y a esos chiquillos los sometían a durísimos entrenamientos militares y a un adoctrinamiento fanático hacia el combate. Les hacían creer que eran “elegidos” del islam y sólo dependían y obedecían al sultán, por lo que con el paso del tiempo cobraron una gran fuerza, con un poder similar al de la antigua guardia pretoriana y, guardando las debidas proporciones, como el estado mayor mexicano en tiempos pasados recientes. Vuelve a aparecer el dicho respecto de que “para que la cuña apriete, debe ser del mismo palo”