02/May/2024
Editoriales

Como el Tigre de Santa Julia

José de Jesús Negrete Medina se llamaba, y a principios del siglo pasado asolaba a varios sectores de la Ciudad de México. Su vida delictiva se había desarrollado en el Barrio de Santa Julia, lugar a donde ni la policía podía entrar pues los grupos de bandidos presentaban pelea desde que algún agente ponía un pie encima de la primera calle. Le apodaban en su barrio El Tigre, pero como ese sobrenombre era común, la policía para distinguirlo, le bautizó con el nombre de Tigre de Santa Julia, y era en verdad peligroso pues además de sus instintos asesinos, tenía una inteligencia que al cometer sus fechoría aparentaba ser un rebelde político. En 1905 fue sorprendido in fraganti a punto de cometer un asalto y fue encerrado en la cárcel de Belén, pero en un dos por tres pudo sobornar a los custodios y escapó sano y salvo.

Continuó su carrera delictiva y algunos de sus más famosos asaltos fueron: saliendo del café La Concordia, iban dos distinguidos hombres de la aristocracia mexicana cuando el Tigre de Santa Julia los interceptó, quitándoles todo lo que traían -dejándolos en ropa interior- y no los mató para que pudieran platicar quién les había asaltado. A los pocos días un agente investigador de la policía lo identificó, pero El Tigre de Santa Julia se dio cuenta y lo asesinó, provocando el enojo de todos los policías capitalinos que se avocaron a perseguirlo. El jefe de la policía de la Ciudad era Félix Díaz, sobrino del presidente Porfirio Díaz, quien comisionó al mejor agente policíaco investigador que tenía, llamado Francisco Chávez, que identificó la debilidad del Tigre de Santa Julia: le gustaban mucho las mujeres y era muy celoso.

En ese tiempo su pareja sentimental era Ubelia Cisneros, con quien había procreado un hijo, y Chávez la localizó y sobornó dándole 500 pesos, cantidad que en aquel momento era demasiado, y ella los tomó confesando que todo era cierto pero que el Tigre ya no la veía pues la había cambiado por otra mujer llamada Guadalupe Guerrero, a quien odiaba por motivos obvios, así que le dio sus datos. Chávez disfrazó de jornalero a un agente policíaco guapetón, quien colmó de reglaos y atenciones a la mujer. Esto desde luego llegó a oídos del Tigre de Santa Julia, quien dejó a otras conquistas para cuidar su territorio amoroso que peligraba. Comenzó a visitar seguido a Guadalupe en su casa, quien ya para esos momentos estaba del lado de la policía pues había sido informada de los amoríos del Tigre con otras mujeres. Se elaboró un plan que se llevó a cabo: el 28 de mayo de 1906, invitó a comer a su casa al famoso bandido, y le preparó carne de cerdo con mole y compró unos litros de curado de apio.

El Tigre de Santa Julia no faltó a la cita y entró a comer con ella, así que los policías que estaban escondidos cerca de allí, dejaron pasar veinte minutos y asaltaron la vivienda, llegando directo al comedor para que no se les escapara su presa, pero no lo encontraron. Se armó el cerco a la casa y dos agentes que revisaban el patio se encontraron tras de un nopal con el bandido, que estaba oculto con los pantalones abajo y sus armas a un lado, pues la combinación de mole y curado le habían provocado diarrea. La policía tuvo que esperar a que terminara de defecar para aprehenderlo, se lo llevaron a la cárcel de Belén, para, dos años después, el 1 de junio de 1908 ser condenado a cinco penas de muerte y lo fusilaron en 1910. Con esta anécdota real nació la frase de “que no te sorprendan como al Tigre de Santa Julia”, que aún se aplica cuando alguien trae esos mismos síntomas estomacales.