03/May/2024
Editoriales

Es preferible la más injusta paz que la más virtuosa guerra

 

La decisión del presidente Trump en 2018, de cambiar la embajada norteamericana ante el Estado de Israel, de la ciudad de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad que alberga los santuarios de las tres religiones monoteístas, fue sólo pretexto inicial para que Hamás -organización islamita que se opone a la existencia de Israel- iniciara una salvaje Intifada el 7 de octubre de 2023, que mató mil 200 israelíes.

Sin embargo, en un par de días quedó claro que el baño de sangre fue para que Israel interrumpiera su acuerdo con Arabia Saudita, pues ello dejaría ignotas las causas palestinas, dado que Emiratos árabes, Bahrein, Marruecos y Sudán, ya le bajaron dos rayitas a sus diferendos con los israelíes. 

En 1987 inició la primera Intifada entre Israel y Hamás, so pretexto de la muerte de cuatro palestinos en la Franja de Gaza. Un par de años después, Israel detuvo al líder islamita Áhmad Yasin, y lo condenó a cadena perpetua, generándose una ‘calma chicha’. Pero en 1993 cuando Israel y la OLP se estaban entendiendo, Hamás lanzó varios atentados suicidas. 

La segunda Intifada fue entre los años 2000 y 2005, pasando por la Operación Escudo de Israel que terminó con los ataques palestinos, pero costó 377 muertos israelíes y más de 2 mil heridos.

Esto obligó a que Israel retirara tropas de la Franja de Gaza en 2005 y los extremistas de Hamás tomaran en 2007 el control de esa región palestina.

Y al año siguiente Hamás volvió a atacar para iniciar en 2012 la Segunda Guerra de Gaza, que duró ocho días, donde la ONU reconoció a Palestina como ‘Estado no miembro’, pero ya desde entonces se habla del ‘Estado de Palestina’.   

En 2014 de nuevo empezó la guerra, llamada Tercera Guerra de Gaza en donde cruzaron ataques aéreos y cohetes, hasta que en julio, Israel atacó por tierra y acabó con el cuadro. 

En 2021 se inició la Cuarta Guerra de Gaza -un duelo de cohetes y aviones de combate-, sumando entre esta y las otras tres guerras de Gaza, unos 3 mil 500 palestinos y menos de cien israelíes.

Ahora esta sanguinaria guerra actual sigue mermando recursos humanos, y se teme que rebase las fronteras nacionales y se extienda en toda la región.  

Las luchas entrambos pueblos son bíblicas, y en su versión moderna se inició apenas hace siete décadas cuando en 1947 la ONU decidió dividir el territorio de Palestina entre judíos y árabes. Inglaterra había sido designada supervisora de la región desde 1920, y cientos de miles de judíos habían emigrado a ese territorio bajo la “declaración de Balfour” de 1917 a favor de una nación propia en Palestina. La independencia de Israel se declaró en 1948 pero los árabes inmediatamente invadieron al nuevo país. En 1964 se formó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el ingeniero Yaser Arafat la lideró en 1969. Luego vinieron las broncas en la franja de Gaza y Cisjordania, ocupadas por los israelíes, y la respuesta fue que la OLP declaró un estado palestino independiente. Su autonomía sería limitada, e Israel retiraría en forma escalonada su poderoso ejército, lo que parecía ser la solución al ancestral problema, pero resulta que en ambos lados hay líderes que necesitan ganar la guerra para convertirse en dirigentes vitalicios y el resultado ha sido más y más guerras. 

Apenas nació la esperanza de paz hace menos de una semana cuando Israel retiró miles de soldados de la Franja de Gaza, reduciéndose el área de combate sólo al territorio norte.

Oremos porque los líderes de ambas naciones entren en razón, pues siempre se ha sabido que es preferible la más injusta paz que la más virtuosa guerra.