20/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 17 de 1988: El huracán Gilberto flagela a Monterrey. Se trata de uno de los cinco ciclones tropicales más mortíferos del siglo XX en el Atlántico. En su momento se le consideró el huracán de la centuria al exceder registros meteorológicos conocidos hasta entonces por su tamaño, presión atmosférica, precipitación, energía total y trayectoria.

Rebasó por mucho los valores de la categoría cinco en la escala Saffir-Simpson y el grado 8 del máximo de puntos en la Escala Internacional de Huracanes (EIH). Inició su trayecto en las Antillas Menores, cruzó el Caribe, el Golfo de México y en zigzagueante trayectoria llegó a Monterrey desde el viernes 16 de septiembre de 1988, dejando unas 300 víctimas mortales y daños por 10 mil millones de dólares.

Durante los años ochenta las invasiones de tierra y el flujo de migrantes a Monterrey se acentuaron y el lecho del río Santa Catarina se convirtió en uno de los sitios preferidos para los asentamientos irregulares. Por eso ante los primeros reportes de la aproximación del huracán recibidos desde la mañana del 16 de septiembre, se montó un operativo de prevención en áreas de riesgo que incluyó la evacuación de los residentes de zonas bajas y de los cauces de ríos y arroyos.

El ciclón Gilberto ingresó a Nuevo León por Linares, Montemorelos y Allende, estrellándose en la Sierra Madre Oriental, en los límites con Coahuila. La circulación de sus vientos interactuó con la elevación del terreno, generando torrenciales precipitaciones la noche del viernes 16 de septiembre y la madrugada del sábado 17, provocando inundaciones masivas en Nuevo León.

Las 10 pulgadas de lluvia recibidas de golpe en las montañas explican la violenta avenida en los afluentes del río Santa Catarina, que bramaba con crecientes de cuatro mil metros cúbicos por segundo, arrastrando todo a su paso. Las precipitaciones inhabilitaron las carreteras de Monterrey a Saltillo, Laredo, Monclova, Reynosa, Ciudad Victoria, y la vía férrea a México quedó obstruida. La ciudad quedó incomunicada.

Los regiomontanos vimos azorados la fuerza de la corriente arrastrando a su paso lo mismo juegos mecánicos de feria, hasta autobuses llenos de gente. Es de reconocer que sucedió cualquier cantidad de hechos heroicos, pues sin distingos se arriesgaban lo mismo policías y ciudadanos comunes para intentar salvar a los que eran arrastrados por el agua.

Gilberto es una de las grandes pruebas que ha tenido que pasar nuestra ciudad para su sobrevivencia. El 396 aniversario de la fundación de Monterrey no se festejó pues la ciudad estaba de luto.