25/Apr/2024
Editoriales

Las finanzas de los artistas

Sabemos por los medios de comunicación que cierto artista trae problemas económicos. Esto no es novedad, pues Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) que nació en Viena, también los tuvo, y este genio daba la impresión de que sabía que moriría a los 35 años de edad, pues creaba música a toda hora, de día y de noche.

Era tan grande que componía sus obras en principio para interpretarlas él mismo, pues en sus partituras originales siempre dejaba algunos espacios en blanco para improvisar a la hora de ejecutar la melodía, siendo de tan alta calidad que muchos ejecutaban en forma clandestina sus melodías al piano. Nadie se explica cómo le hacía para que el tiempo le rindiera, pues además de ser un compositor súper prolífico, se pasaba largas horas leyendo libros en su enorme biblioteca, e invertía parte de su talento en discutir mucho con personajes que, aunque talentosos, polémicos, como Joseph von Sonnenfels, un jurista que consiguió erradicar la tortura en Viena, al menos en la ley, convirtiéndola en la primera ciudad de Europa con semejante medida de avanzada. Mozart era admirable porque siempre se rodeó de amistades inteligentes –esa es una buena forma de medir al individuo-, con quienes compartía las ideas de modernización política. Un hombre con dignidad, pues cuando tenía 25 años fue despedido por causas baladíes de su trabajo como músico del rey, y jamás volvió a pararse en la Corte.

Su música, aunque tenía cierta popularidad, no acababa de consolidarse por repetirse la misma ancestral historia de que nadie es profeta en su tierra y su obra fue mucho más apreciada una vez que murió. Sin embargo, de sus presentaciones vivió bien, además, no faltaba algún cliente que se interesara en alguna de sus obras, por lo que había cierto “cash flow” en sus finanzas. El único pero, era el precio en que se cotizaba el gran Mozart, pues en aquel tiempo la música que hoy conocemos como clásica era popular y como artista popular tenía crédito en muchas partes, y cuando murió, su estado financiero era técnicamente en quiebra. Así que no nos debe asombrar que algunos artistas populares actuales anden enredados financieramente, pues si el gran Mozart no era solvente con la comercialización de su obra, imagínese usted cómo andarán quienes venden un arte mediocre.