02/May/2024
Editoriales

El Hitlerito

Las actuaciones del líder soviético Valdimimr Putin le describen como un político duro, que consigue lo que quiere sin importar el costo. Sin embargo, atacar militarmente a Ucrania, un país que se defiende como puede frente al vecino poderoso, que cuenta con el apoyo -económico y tecnológico- de Estados Unidos y buena parte del mundo occidental, pone su imagen en la balanza histórica, pues podría salir victorioso o absolutamente desgastado.

La imagen que Putin ha querido proyectar es la de un dirigente de recursos ilimitados, parecido a Josef Stalin, uno de los jefes históricos de los revolucionarios bolcheviques que cimbraron a la URSS y al mundo en octubre de 1917.

Putin reclama a Ucrania su intento de adherirse a la OTAN -que recibe ‘sugerencias’ de Estados Unidos- y que se resista a la independencia de las provincias de Donestk y Lugansk, auto declaradas repúblicas populares. Desde luego que Rusia está detrás de estas declaratorias espontáneas de independencia.

La génesis del conflicto actual nos recuerda cuando, ante la decimonónica declaración de independencia de la provincia mexicana de Texas apoyada por Estados Unidos, México se defendió, pero sólo para ser invadido por el poderoso vecino que terminó quedándose no sólo con Texas, sino con la mitad del territorio mexicano.

Putin busca repetir la historia quedándose con más territorios ucranianos. Pero la Rusia actual es menos poderosa que la URSS de Stalin, quien peleó la Segunda Guerra Mundial apoyado por Estados Unidos y el Grupo de Los Aliados, contra el Eje Alemania-Italia-Japón. Ahora existe una nueva potencia llamada China que Putin pensaba que se sumaría a su proyecto, pero no fue así, pues sus intereses económicos están con el mundo occidental, es decir, Putin está luchando solo -económicamente hasta ahora- contra el bloque de naciones comandadas por EUA. 

Ciertamente, desde 2014 Putin se quedó con la península ucraniana de Crimea, y su proyecto es continuar depredando el territorio de su vecino Ucrania. Pero esta intención ya prendió las alarmas en todo el mundo, que recuerda los horrores de un nacismo que dejó inflarse.

Suceda lo que suceda en Ucrania, es decir que el tal Putin gane o pierda, de poco o nada le servirán los apoyos morales de algunos países -desafortunadamente el nuestro entre ellos- porque el resto del mundo terminará llamándole no el nuevo Stalin, sino el Hitlerito.