09/May/2024
Editoriales

LA INVASIÓN NORTEAMERICANA, 7ª parte. El preludio de la Guerra

En los seis textos anteriores estudiamos la derrota en San Jacinto que determinó la pérdida de Texas, y la liberación de López de Santa Anna por parte del presidente Jackson. Los problemas que debilitaron a México consistentes en una serie de cambios en el poder(once) entre seis presidentes de la República. Así como los impactos fiscales en la economía nuevoleonesa, y la displicencia oficial ante la inminente invasión norteamericana, por atender las revueltas internas en todo el país.    

 

Ahora veremos el inicio de las hostilidades militares y la declaratoria de guerra estadounidense. El general y político norteamericano Zachary Taylor, alias Old, Rough and Ready, destacamentado en Florida recibió el 28 de mayo de 1845 -del secretario del Departamento de Defensa de la Unión Americana- la instrucción de movilizarse a Texas sin cruzar el Río Sabinas, al norte de Corpus Christi: 

 

‘Tengo instrucciones del Presidente para ordenar que las fuerzas que están al mando de usted y las que puedan asignársele después, se coloquen en posición de poder obrar pronta y eficazmente en defensa de Texas, en caso de que fuere necesario o conveniente emplearlas para ese propósito. La información recibida por el Ejecutivo de los Estados Unidos justifica la creencia de que Texas accederá pronto a los términos de la anexión. Tan pronto como el Congreso Texano haya dado su consentimiento para la anexión y se haya reunido una Convención que acepte los términos ofrecidos en las resoluciones del Congreso, Texas será considerado entonces por el Ejecutivo, de ahí en adelante, como parte de los Estados Unidos, y por consiguiente, este Gobierno estará justificado para defenderlo y protegerlo contra una invasión extranjera… 

 

La noticia trascendió y prendió las alarmas en México, pues todo el país y su presidente José Joaquín de Herrera consideraban a Texas una provincia rebelde, no una nación independiente, y mucho menos integrada a Estados Unidos. Pero claramente el vecino del norte preparaba una invasión al territorio mexicano y, ni confirmando que las milicias norteamericanas se acercaban a la frontera norte de México, jamás hubo una declaración internacional fuerte, de pre - Guerra por parte del gobierno mexicano; acaso sólo el Congreso ordenó una tímida movilización del Ejército: 

 

‘José Joaquín de Herrera, general de división y presidente interino de la República mexicana, á los habitantes de ella, sabed: Que el congreso general ha decretado y el ejecutivo sancionado, lo siguiente: 

El congreso nacional de la República mexicana, considerando: 

…el despojo injusto de que se quiere hacer víctima á la nación mexicana, la constituye en el buen derecho de usar de todos sus recursos y poder para resistir hasta el último trance dicha agresión, decreta: 

Art. 1. La nación mexicana convoca á todos sus hijos á la defensa de la independencia nacional, amenazada por la usurpación del territorio de Tejas, que se intenta realizar con el decreto de agregación dado por las cámaras, y sancionado por el presidente de los Estados-Unidos del Norte. 

2. En consecuencia, el gobierno pondrá sobre las armas toda la fuerza del ejército, conforme á la autorización que le conceden las leyes vigentes, y para la conservación del órden público, sostén de las instituciones, y en caso necesario, servir de reserva al ejército; el gobierno, usando de la facultad que se le concedió en 9 de Diciembre de 1844, podrá levantar los cuerpos de que habla el mismo decreto, bajo el nombre de: Defensores de la independencia y de las leyes. Miguel Atristain, diputado presidente.-Juan Rodríguez, presidente del senado.-Francisco Calderón, diputado secretario.-José Joaquín de Rozas, senador secretario. 

Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Palacio del gobierno nacional en México, á 4 de Junio de 1845.-José Joaquín de Herrera.-A D. Luis G. Cuevas. 

Y lo comunico á vd. para su inteligencia y fines consiguientes. 

Dios y libertad. México, Junio 4 de 1845. Cuevas 

 
 

Este comunicado llegó a todos los gobernadores de los Departamentos. Sus reacciones fueron de diversas naturaleza y magnitud; hubo quienes no movieron un dedo, como los gobernantes de Jalisco y de Oaxaca, hasta algunos otros, como el gobernador de Nuevo León Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, que al menos intentó con varias arengas despertar el patriotismo popular sin conseguirlo y, desde luego, la población continuó con sus actividades normales. 

 

La abulia generalizada venía desde 1836 que el Ejército del Norte -costeado directamente por contribuyentes neoloneses- estaba varado en el Río Bravo. Además del dinero ya era una amenaza para la paz, porque los desertores del ejército se volvían fácilmente criminales.

 

Como ejemplo se citaba a Anacleto de Jesús Ortega, alias “Miguel Castañeda”, un desertor del cuerpo de zapadores -constructores de trincheras, torreones, barricadas y otras construcciones militares-, acusado y sentenciado por “haber dado muerte a la señora Ramona Vargas, a su hija de ocho años y a un joven de catorce” y que en mayo de 1845 fue ejecutado en Monterrey.  

 

Estados Unidos ‘extrañamente’ sabía que México no reaccionaría

El presidente norteamericano Polk anotó en su Diario que el 15 de septiembre de 1845, un “agente confidencial” -es decir un espía-, llamado doctor Parrot, aseguraba que México no haría una declaración de guerra, ni buscaría reconquistar Texas. Polk anticipó en su texto que enviaría a John Slidell como plenipotenciario a México a negociar la compra de Alta California y Nuevo México, y el reconocimiento de la anexión de Texas. Curiosa y casualmente la oferta de Polk terminó siendo el resultado final de la Guerra de Invasión en 1848: 

 

‘El Gabinete se reunió hoy, estando presentes todos sus miembros. Se leyeron 12 despachos del Doctor Parrot, Agente Confidencial de los EE. UU. en México, en que da cuenta de otra revolución inminente y de la negativa de Paredes para hacer avanzar su Ejército hacia Tejas. La fecha del último despacho del doctor Parrot era de 29 de Agosto de 1845. Da como opinión suya que no habrá declaración de guerra contra los EE. UU., ni invasión de Tejas; que el Gobierno estará ocupado en sofocar otra revolución que lo amenazaba. Es también de opinión que el Gobierno (mexicano) desea restablecer las relaciones diplomáticas con los EE. UU. y que sería recibido un Ministro de los EE. UU. Con estas opiniones están de acuerdo el señor Black, con fecha 23 de Agosto, y el señor Dimond, y con fecha 30 de Agosto El Presidente, en consulta con su Gabinete convino en que debería ofrecerse esta misión al Honorable John Slidell, de Nueva Orleans, que hablaba el idioma español y que por lo demás, era idóneo. Se convino en que el señor Slidell, si aceptaba, debería salir de Panzacola en un barco de la Armada Nacional, y seguir a Veracruz sin revelar o dar a conocer su cargo Oficial. El principal objeto de la misión, según dijo el Presidente, sería convenir en una frontera permanente entre México y EE. UU., para lo cual, el Ministro recibiría instrucciones para adquirir la Alta California y Nuevo México, mediante una remuneración pecuniaria. Dijo que la mejor frontera sería el (Río Grande) del Norte, desde su desembocadura hasta El Paso, en una latitud aproximada de 32 grados norte, y de allí hacia el Oeste hasta el Océano Pacífico.’ 

 

Así lo hizo Polk, y el cónsul norteamericano en Ciudad de México -el tal John Black, que había llegado desde la presidencia de Santa Anna 1832 - 1836-, preguntó al ministro Manuel de la Peña y Peña -capitalino, abogado, oidor en la audiencia de Quito durante el Plan de Iguala, presidente interino dos veces, y luego negociador del Tratado Guadalupe Hidalgo- si el presidente De Herrera recibiría a un plenipotenciario.  

 

Peña y Peña le dijo que la única posibilidad de que lo recibiera el presidente De Herrera era que se levantara el bloqueo naval que los estadounidenses aplicaban a Veracruz, y la respuesta de Black evidenció las negras intenciones de su visita, al responder que no, porque ‘el bloqueo era la única forma de proteger los puertos texanos’.

 

No recibe el presidente De Herrera al representante de Estados Unidos

Como si no estuvieran asediando puertos mexicanos, en octubre de 1845 llegó a Veracruz tan campante, con credenciales de plenipotenciario John Slidell, quien se dirigió directamente a la Ciudad de México. Al menos De Herrera tuvo un acto de dignidad al no recibirlo, derivándoselo a Peña y Peña, quien sí lo recibió y le repitió la petición de retiro del bloqueo, aduciendo que el Congreso no estaba reunido, para consultar su petición de compra territorial. 

 

Inicia el ‘cabildeo’ norteamericano en California

En otro frente preparatorio a la invasión -y al unísono-, Polk nombró a Thomas O. Larkin cónsul de Monterey, California y soterradamente ‘agente confidencial’ para censar la población y las riquezas de la Alta California así como a “sondear si por su libre voluntad podrían unirse a Estados Unidos”. 


                       
Protesta Nuevo León por la inutilidad del Ejército del Norte
Igualmente a mediados de octubre de 1845, la Junta Departamental de Nuevo León protestaba al gobierno de José Joaquín de Herrera la inutilidad del Ejército del Norte que en nuestras tierras no servía ni en la Guerra de Texas, ni contra los indios bárbaros. Fue una dura declaración firmada por Manuel María de Llano, Irineo Castrillón, Trinidad de la Garza y Melo, Agapito García Dávila, Manuel Villalón y Carlos Ayala, que en lo medular decía:

 
 

‘Y ese ejército del Norte, preguntará a caso V(uestra) E(xcelencia) que ha vivido tanto tiempo entre vuestros pueblos ¿qué ha hecho para defenderlos? La respuesta es sencilla y no debe callarse en las presentes circunstancias: nada… Exmo señor, y nada puede hacer aunque se supusiera animado de los benévolos deseos y aunque abundara en toda clase de recursos. Efectivamente para adquirir algún éxito favorable en la guerra de los bárbaros, se necesitan poseer cualidades que no pueden hallarse en nuestros jefes y soldados del Ejército del interior, según su educación y costumbres: es indispensable’ 

 

Con Santa Anna fuera de México, crece la figura de Paredes

Por su parte, tras la derrota en San Jacinto y de su mutilación en Veracruz, Antonio López de Santa Anna, adquirió una Hacienda azucarera en la Isla de Jamaica y se auto exilió en ese lugar del Caribe. Ante su ausencia el jefe militar más respetado de la nación era Mariano Paredes y Arrillaga, ferviente patriota y uno de los principales impulsores de la Guerra contra Estados Unidos, que se hartó de la inacción del presidente José Joaquín de Herrera. 

 

Se insubordina Arista y, de acuerdo con Paredes, marcha al norte a reforzar la frontera

Sin autorización alguna del Congreso o del presidente de Herrera, el general Mariano Paredes y Arrillaga, consiguió que el jefe del Ejército del Norte Mariano Arista, los gobernadores de Nuevo León, Juan Nepomuceno de la Garza y Evia y de Tamaulipas, Juan Martín de la Garza Flores reunieran recursos y algunos soldados para reforzar al Ejército del Norte. Y así fue como el insubordinado Arista marchó con 2 mil 400 hombres al presidio del Río Bravo a donde llegó el 9 de diciembre de 1845. 

 

Al llegar al cuartel de Río Grande, el comandante de esta región Rafael Vázquez informó a Artista que era imposible cuidar una frontera tan Grande sólo con los hombres que llevaba, ni sumando los 400 que él tenía en Río Grande y otros ochocientos en Matamoros. 

 

Prende De la Peña a tirios y troyanos contra De Herrera y Paredes toma la Presidencia

El 11 de diciembre de 1845 el ministro de Relaciones Manuel de la Peña y Peña giró una consulta o encuesta a los Departamentos sobre “la Guerra o La Paz” contra Estados Unidos. Esto enfureció a la Suprema Corte de Justicia, a los patriotas -de todas las ideologías- y a federalistas como Valentín  Gómez Farías, Paredes Arrillaga y otros más en todo el país. 

 

El día 14 de diciembre de 1845, Manuel Romero -no confundir con el reformista Manuel Romero Rubio-, comandante militar de San Luis Potosí, se alzó contra el gobierno de José Joaquín de Herrera, promoviendo a Mariano Paredes y Arrillaga como presidente de la República.  

 

Arista empezó a pedir recursos a Paredes y Arrillaga para sostener las tropas a lo largo del Río Grande. Estimulado por la declaración de Romero, Paredes y Arrillaga tomó la Ciudad de México y la Presidencia de la Nación el día último de 1845, pero no consiguió pacificar al país para organizar la Guerra contra Estados Unidos, como era su intención. 

 

Nuevo León apoya a Paredes

Sin embargo, el movimiento político en su favor continuaba, y los días 3 y 4 de enero de 1846 se reunió en Ciudad de México un grupo de representantes de cada Departamento para ratificarlo en la presidencia -a Mariano Paredes y Arrillaga-. A ese evento asistieron por Nuevo León Bernardo Guimbarda y Francisco Lazo Estrada. 

 

Además hubo más apoyos como el de febrero 10 de 1846 que los ganaderos de Monterrey se comprometieron a abastecer al Ejército del Norte: 

 

Oficio que el Ayuntamiento dirige al Sr. Gobernador de este Departamento, sobre la contrata de abasto de carnes que Don Francisco Barrera hizo con Don Mari(an)o Arista. 

 

Pero con este acuerdo inició el desabasto en la Ciudad de Monterrey y en general en todo el norte del país, porque el ejército debía ser abastecido, y la única Ciudad con capacidad en la región era Monterrey. 

 

Igualmente se ayudaba al Ejército con algunos animales de carga: 

 

‘Ejército del Norte. Ayudante General. Para poder remitir a la frontera algún armamento y municiones, se necesitan 3 mulas de carga y 2 bagajes de silla, los que suplico a V, se sirva proporcionarme. Firma Cayetano Montero. Dirigido al Alcalde 1° de la capital. 

 

 

Pero Paredes no atacó a los extranjeros

Sin embargo, hubo cierta desilusión porque en Monterrey se esperaba que Paredes y Arrillaga iniciara las hostilidades de defensa del territorio, pero no fue así. Fueron ‘Los norteños’ -de la prefectura norte de Tamaulipas, que abarcaba la franja de tierra entre el Río Bravo y el Río Sabinas-, comandados por Jesús Cárdenas, pues el ejército de Taylor cruzó el Río Sabinas, la frontera entre Tejas  y Tamaulipas, y Cárdenas intimó a Taylor pidiéndole que se retirara del territorio tamaulipeco: 

 

‘Prefectura del norte Tamaulipas 26 de marzo de 1846. 

Aunque la cuestión pendiente sobre agregación del departamento de Tejas a los E. U., se encuentra sujeta a la resolución del gobierno supremo Mejicano, el hecho de haber avanzado el ejército que se halla a las órdenes de V. S., traspasando la línea que ocupaba en Corpus Christi, me pone en la obligación, como prima autoridad política del distrito norte de Tamaulipas, de dirigirme a V. S. como tengo el honor de verificarlo por medio de la comisión que pondrá esta nota en sus manos, manifestándole; que alarmados justamente los pueblos que dependen de esta prefectura con la invasión de un ejército que sin previa declaración de guerra, y sin anunciar explícitamente el objeto que se propone viene ocupando un territorio que nunca ha pertenecido a la colonia sublevada, no han podido ver con indiferencia un procedimiento tan contrario a la conducta que observan las naciones civilizadas y a los principios más claros del derecho de gentes; que dirigidos por el honor y patriotismo, y ciertos de que nada se ha dicho oficialmente por el gabinete de la Unión al gobierno Mejicano, respecto a ensanchar los límites de Tejas hasta la orilla izquierda del Río Bravo, y que confiados los ciudadanos de este distrito en la notoria justicia de su causa, y en uso del derecho natural de la defensa, protestan por un órgano [mi conducto] de la manera más solemne que ni ahora ni en tiempo alguno consienten, ni consentirán en separarse de la República Mejicana y unirse a los E. U. del Norte, y que se encuentran resueltos a llevar a cabo esta firme determinación, resistiendo hasta donde alcancen sus fuerzas siempre y cuando el ejército que marcha a las órdenes de V. S., no retroceda a ocupar sus antiguas posiciones; pues permaneciendo en el territorio de Tamaulipas deben considerar sus habitantes, que cualquiera que sean las protestas sobre la paz con que viene convidando, por parte de V. S. se han roto abiertamente las hostilidades, cuyas lamentables consecuencias serán ante el mundo entero de la exclusiva responsabilidad de los invasores. 

Tengo el honor de decirlo a V. S. con el fin indicado, manifestándole mi consideración y aprecio. 

Dios y Libertad. Santa Rita, Marzo 23 de 1846. 

JENES [JESÚS] CÁRDENAS 

P. E. S. JUAN JOSÉ PINEDA 

 

AL GENERAL SACHARY TAYLOR 

 

Pero Taylor ignoró la advertencia y continuó marchando rumbo el sur, hasta que se dio el primer encuentro armado. Este fue en el Rancho Carricitos, al norte del Río Bravo, lugar que tanto México consideraba parte de Tamaulipas como Estados Unidos parte de Texas. 

 

En la primera escaramuza gana México

Allí se enfrentaron dos escuadras de caballería dirigidas por el general Seth Thornton que fue interceptada por una compañía de lanceros -caballería- del general Anastasio Torreón (nativo de los Llanos de Apan, hoy estado de Hidalgo, realista, luego hombre de Santa Anna); y Torreón obtuvo la victoria. 

 

El  presidente Polk, bajo la socarrona premisa de: “Sangre estadounidense ha sido derramada en suelo estadounidense” convocó al Congreso Norteamericano que declaró la Guerra a México el 13 de mayo de 1846. 

 

Ante esto, Paredes y Arrillaga solicitó al Congreso Mexicano la declaración de Guerra contra Estados Unidos, y empezaron las discusiones entre los legisladores, pero si aún no se daba la autorización para defender al territorio nacional, una declaración de esa magnitud dividía opiniones. 


Se enfrentan dos futuros presidentes

Y el general Taylor marchaba al sur, forzando al general Arista a marchar rumbo al norte a un encuentro entre sus ejércitos en Palo Alto. Dos futuros presidentes de sus respectivos países tenían una cita con la historia.

Continuará… 

 
 

Fuentes: 

 

Diario del presidente Polk. Selección y Traducción de Luis Cabrera. 

Dublán Manuel y José María Lozano. Legislación mexicana ó colección completa de las disposiciones legislativas expendidas desde la Independencia de la República. 

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.  

Carlos María de Bustamante, El nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.  

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V. 

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, editorial Porrúa, 2014 

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.  

Leopoldo Espinosa Benavides, El Separatismo Mexicano, Editorial Porrúa, 2016