25/Apr/2024
Editoriales

Marzo 19 de 1847: el general Antonio López de Santa Anna, como consecuencia de las batallas contra el ejército invasor norteamericano, entró a la Ciudad de México con un diezmado ejército mexicano

Marzo 19 de 1847: el general Antonio López de Santa Anna, como consecuencia de las batallas contra el ejército invasor norteamericano, entró a la Ciudad de México con un diezmado ejército mexicano defensor, que a estas alturas son solamente cuatro mil hombres de infantería y caballería y 14 piezas de artillería.

Imposible ocultar esta realidad a la población, que seguía –ahora sí- con atención y temor los hechos que trágicamente se advertían desde el día primero de abril anterior, cuando el Congreso concedió licencia al presidente Santa Anna para comandar la defensa en contra del alevoso ataque invasor de Estados Unidos. Para esto, en rápida maniobra legislativa se suspendió la vicepresidencia representada constitucionalmente por Valentín Gómez Farías, para designar presidente interino al general Pedro María Anaya, con quien Santa Anna estaba en buenos términos. De inmediato, Santa Anna decide fortificar en Veracruz el Cerro Gordo o del Telégrafo, para celebrar allí la más fuerte batalla con el afán de detener el avance del poderoso enemigo. Para esto, ni el general Valentín Canalizo (nuestro paisano), ni el comandante de ingenieros Manuel Robles, estaban de acuerdo en el escenario, proponiendo que la batalla fuera en Corral Falso. No los escucha Santa Anna, y entre el 17 y el 18 de abril luchan en Cerro Gordo los dos ejércitos.

La artillería norteamericana agobió pronto a la fortificación mexicana y se instaló en el Cerro de Atalaya desde donde apoyaba el avance de su infantería. El ejército mexicano se dispersó y huyó rumbo a Jalapa. El día 1 de mayo se tuvo que declarar el estado de sitio en la Ciudad de México y nombrar a Nicolás Bravo comandante general de la plaza. El 11 de mayo Santa Anna entró con sus tropas a la ciudad de Puebla, donde se percibe un gran desaliento entre la población y tres días después sale rumbo a Amozoc para contra atacar, sorprendiendo al contingente norteamericano. Pero los sistemas militares y el armamento de los norteamericanos son muy superiores, por lo que la inmediata respuesta del enemigo dispersó a sus tropas. En tales circunstancias, Santa Anna decide ir a San Martín Texmelucan, y con él se trasladaron las autoridades políticas poblanas.

Así las cosas, el 20 de mayo se convocó en Palacio Nacional al consejo de guerra acordando concentrar el mayor número posible de tropas bajo las órdenes de los generales Nicolás Bravo y Manuel María Lombardini. Además, se ordenó realizar con urgencia trabajos de fortificación en los siguientes puntos estratégicos para tener la mejor defensa posible: Mexicaltzingo, Peñón Viejo, Hacienda de San Antonio, convento y puente de Churubusco, Alcázar de Chapultepec, garitas de Belén, San Cosme y Santo Tomás. Y políticamente se tomó la decisión de que el día 21 de mayo se jurara la Constitución de la República restableciendo el régimen federal, retomando los llamados Departamentos la figura jurídica de estados libres y soberanos, integrantes de la Unión. Así se hizo, pero el infierno se acercaba a la gran Ciudad de México…