25/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Julio 31 de 1926: anuncia el Episcopado Mexicano la suspensión de cultos en todas las iglesias del país, iniciándose la Guerra Cristera. Esta medida fue tomada por la jerarquía eclesiástica en respuesta a la llamada Ley Calles, que prácticamente prohibía los actos religiosos en México, y por la expulsión de 185 sacerdotes extranjeros. Los siguientes tres días hubo una manifestación afuera de casi todas las iglesias del país, con gente que quería bautizar a sus hijos, o casarse ante un sacerdote. El papa Pío XI había publicado la Encíclica Paterna Sane Solicitudo en febrero anterior dirigiéndose a los obispos mexicanos a quienes les recomendaba mantener la calma y prohibiéndoles la formación de un Partido Político Católico, tal como se lo habían planteado.

 Esto debido a que en enero de ese 1926 el presidente Plutarco Elías Calles había anunciado que reglamentaría el artículo 130 constitucional y modificaría el Código Penal para prohibir que sacerdotes extranjeros oficiaran misa, así como incluir a los sacerdotes mexicanos en las sanciones aplicables a todos los demás habitantes del país. En mayo 12 Calles expulsó a monseñor Carauna, representante del papa en México, además en la Ley Calles se prohibía la educación religiosa. Los obispos cerraron los templos y muchos huyeron al extranjero, mientras otros se escondieron temerosos de que fueran presos por el gobierno federal.

  En aquel momento era un 98 % de la población la que practicaba y asistía a los ritos religiosos, por lo que hubo una rebeldía natural desde el primer día que se supo de estas medidas. La Guerra Cristera fue muy sanguinaria, costando miles de vidas humanas y militarmente se distinguió un regiomontano como el comandante en jefe de los ejércitos de católicos levantados en armas: el general Enrique Gorostieta Velarde.