Cuando Narciso murió, las flores del campo se vieron embargadas por el dolor y le suplicaron al río algunas gotas de agua para llorarlo.
_Si todas mis gotas de agua fueran lágrimas –contestó el río-, no me alcanzarían para llorar a Narciso. Yo le amaba.
_¿Cómo hubieras evitado amarlo? Preguntaron las flores, era hermoso
_¿Era apuesto? Preguntó el río
_¿Quién podría saberlo mejor que tú? Preguntaron las flores. Si cada día se recostaba en tu orilla y reflejaba su belleza en tus aguas.
_Pero yo le amaba –murmuró el río- porque al inclinarse sobre mí podía ver el reflejo de mi propia belleza en sus ojos
Oscar Wilde