18/Apr/2024
Editoriales

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Enero 28 de 1887: inicia en París la construcción de la “Torre de 330 metros, llamada después Torre de Eiffel”. El ingeniero civil Alexandre Gustave Eiffel ganó el concurso para construir un monumento para la Exposición de París de 1889, entre muchos otros proyectos inscritos, como era la edificación de una falsa guillotina francesa de 305 metros de altura, entre otros. Eiffel era famoso por sus trabajos de hierro fundido, un material que él suponía ligero y resistente. Sus dos ayudantes, Maurice Koechlin y Emile Nougier fueron los encargados del diseño, supervisados por el Ingeniero Civil. Por cierto, fue necesaria la participación de 50 ingenieros para generar los 3 mil 700 bocetos que requería semejante obra, pues cada parte de ella se forjaba en las fundiciones y era elevada por dos enormes grúas, unidas por un cable que corría sobre una polea. Cuando una de las grúas levantaba su carga, la otra descendía, para compensar el peso. Eiffel pagó de su bolsillo la mayor parte de los 8 millones de francos que costó la construcción, pero recuperó su inversión pocos años después de que el edificio fuera abierto al público. Al principio se cobraba dos francos por subir a la primera plataforma, un franco más para la segunda y dos más para la tercera. Dato interesante es que cuando hay vientos fuertes, la Torre se mueve 10 centímetros de un lado a otro en la cúspide. Durante su construcción, el grupo de escritores, artistas, poetas, los llamados intelectuales franceses, publicaron un manifiesto denunciando que la torre sería “la deshonra de París, vertiginosamente ridícula, como la gigantesca y sombría chimenea de una fábrica”. Para no variar, esos intelectuales continuaron criticando la obra los primeros diez años de su vida, hasta que hubieron de reconocer –callándose- que la Torre de Eiffel se había convertido en el símbolo de París y que cientos de miles de personas visitaban la ciudad luz sólo para tomarse una gráfica con ella de fondo.