23/Apr/2024
Editoriales

La influencia de los hijos

Es común hablar de la herencia genética e influencia que los padres transmiten a sus hijos. Sin embargo, poco se dice del mismo proceso al revés: la influencia que los hijos tienen sobre sus padres.

Los aspectos familiares han marcado la vida de muchos personajes como Pedro El Grande (1672-1729), emperador de todas las Rusias, que fue huérfano a los cuatro años de su padre Alexis I, zar de la dinastía Romanov. Pedro creció luchando con sus hermanastros que lo relegaron, y con ingenio y carácter de su herencia paterna aprendió oficios que le llevaron a gobernar Rusia solo. Sin embargo, en 1718 no dudó en mandar ejecutar a su hijo por declararse en contra de las reformas a las leyes que él impulsaba. Murió triste.  

Ejemplo contrario y reciente, es Tom Monaghan, dueño de Domino’s Pizza, huérfano a la misma edad y criado en un orfanatorio. Hoy día, su cadena de pizzas a domicilio es la más grande del mundo, y vive feliz al lado de sus cuatro hijas. 

Ambos, Pedro El Grande, y Monaghan, tienen historia similar: triunfaron siendo huérfanos.

La diferencia mayor son sus hijos; el primero alcanzó el trono de su padre pero luego mató a su propio heredero; mientras el segundo alcanzó el éxito, y vive rodeado del amor de sus hijas.

Las mayores satisfacciones y las peores decepciones vienen de los hijos, cuyo crecimiento nos transforma. Los padres aprendemos de nuestros hijos de niños y jóvenes, pues sus opiniones no están contaminadas con la experiencia; su lógica es pura y aunque algunas veces cruel, sincera. 

Aunque la crianza se haya modificado, pues la leche ya no es materna, y en vez de sonajas se les da una tableta electrónica, los hijos siguen dependiendo de sus padres que les enseñan con lo que dicen y hacen, y con lo que dejan de hacer. 

Es recomendable explicarle a los hijos lo que consideremos que deben saber, hasta los once años, pues por ahí anda la edad máxima de nuestra influencia, después el medio influye igual, o más que nosotros. 

De ahí en adelante los padres aprendemos de los hijos, y no sólo porque ellos saben de los novedosos aspectos tecnológicos que nosotros ignoramos, sino porque su punto de vista es el nuestro actualizado, es decir, ellos somos nosotros con más conocimientos. 

Conforme pasan los años, los padres vamos dependiendo más de los hijos; de sus muestras de cariño, del tiempo que nos dedican.

Hay casos poco frecuentes pero reales, en los que padres e hijos pelean por aspectos materiales. No siempre tienen la razón los padres, y en esos casos los hijos deberán tener paciencia, pues hay más posibilidades que el joven acepte la postura paterna, a que el viejo cambie, pues no es fácil ser otro hombre u otra mujer a determinada edad.

Pero hay generaciones, sobre todo aquellas que los padres les facilitaron todo a los hijos, que exigen tener en sus manos lo que tendrán cuando los padres mueran. 

Partiendo del principio de que los padres por sus hijos harán todo lo que puedan hasta el último día de sus vidas, hay una pregunta que quiero hacer a cuantos tengan hijos: 

¡Que levante la mano, aquel padre que no haya usado alguna vez el ridículo para solucionar un intrincado problema con su hijo!