Cuando creíamos haber visto de todo al final del actual sexenio, persiste el seguir abrazado del crecimiento de la ola de polarización extrema, conformada de una retórica pública de desconfianza y engañosa, donde el fenómeno en lugar de matizar, sigue avanzando hacia un mar obscuro y profundo. Donde la separación de las clases sociales parece ser que se convierte en el mejor amigo y aliado de los proclives al poder supremo.
Dirían los sabios del pensar y el conocimiento que son tiempos complejos, donde la intolerancia avanza sin pudor, donde la forma verbal de expresar, de disentir, de la descalificación sin conocimiento y razón, pasa a asentirse como válida, ante los veraces resultados, los creíbles argumentos y la simple verdad. Donde para variar al transitar por las redes sociales, las personas pasan a obtener un poder superficial al dictar sin pena alguna que es está bien y que está mal convirtiéndose en grises y frívolos robots.
La polarización entre sirios y troyanos aumenta día tras día, y no hay árbitro coherente en nuestro país, que convoque al diálogo sano, a la sensata mesura y a desfajarse de la camisa de humildad política. Sino por el contrario sigue imponiéndose en todo México, el autoritarismo, la soberbia y el radicalismo demagogo en aras supuestamente del poder ciudadano.
Pero en nada contribuye para un bando político u otro, una crítica o alabanza ciega, carente de sustento y veracidad, sólo por el hecho de perseguir fines personales o antipatrióticos que contribuyan a seguir dividiendo al país. Recordemos que el régimen democrático debe buscar entre otras cosas una mejor sociedad y una adecuada convivencia entre la ciudadanía; combatir la desigualdad, reducir las brechas económicas y buscar el bienestar. El respeto de los derechos humanos y de la legalidad debe de ser prioridades de políticas públicas emanadas de un régimen democrático.
Por lo pronto: por el bien de México hacemos votos para que los grupos políticos o de otra índole, dejen atrás la cruel polarización para mejor pasar de los nublados momentos de incertidumbre y zozobra a la congruencia, la paz y la fraternidad ciudadana. Donde los candados de la libertad y la democracia se abran para siempre y con ello afrontar sociedad y gobierno, la construcción de una nación más unida y participativa a la cual habremos de legar a nuestros descendientes.
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