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AMLO inicia su tercer año de gobierno entre reacomodos y pugnas internas

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a contrasentido de su usual espectacularidad mediática, ofreció pocas novedades en el segundo informe de labores que ofreció este 1 de septiembre. Tenía un reducido margen para dar sorpresas, dado que ofrece una conferencia matutina que puede llegar a durar tres horas, y en la que responde preguntas del más disímbolo sentido.

Lo llamativo en esta ocasión estuvo por fuera de este acto protocolario que, en los hechos, significa el inicio del segundo tercio del sexenio.

Morena, el partido que llevó a la presidencia a López Obrador y a muchos otros políticos a cargos de elección popular, llega a este momento enfrentando su pecado de origen: fue creado por el propio AMLO y no ha logrado dar el paso hacia una vida institucional. Depende de la voluntad de su generador, que incluso ha advertido que podría abandonar Morena si continúan los problemas internos.

El día del informe de gobierno coincide con el inicio de los trabajos legislativos, y el punto de mayor atención mediática en los días previos al informe había estado justamente en la Cámara de Diputados, debido a la disputa por la presidencia de la mesa directiva.

Un acuerdo político hecho en 2018, en el inicio de la legislatura, señalaba que este importante cargo debía asignarse en septiembre de 2020 al partido que entonces había perdido el poder, el Revolucionario Institucional (PRI), que desde entonces ha quedado reducido en términos aritméticos y políticos a una caricatura de lo que fue.

Pero el Partido del Trabajo y uno de sus diputados, Gerardo Fernández Noroña, aliados de Morena y del presidente López Obrador, se levantaron en contra de que tomara ese puesto una fuerza en abierta decadencia.

La disputa se dio en los términos acostumbrados en los congresos, catedrales de la marrullería política que les es consustancial: hubo “tráfico” de diputados de una bancada a otra, incluso con acusaciones veladas de que esas transferencias eran pagadas con millones de pesos.

AMLO se metió a la pelea, criticó las “maniobras” y consideró que en el poder legislativo deberían respetarse “los acuerdos”, lo cual significaba una especie de salvoconducto para que el amansado PRI se quedara con la presidencia camaral en disputa.

Esa misma noche, a unas horas de su segundo informe de gobierno, se produjo el primer disenso público y masivo de miembros de Morena: algunos de sus diputados votaron en contra y otros en abstención, e impidieron que el PRI, culpado de buena parte de la crisis mexicana, se quedara con la prenda en pugna. Al menos en un primer intento, y a falta de las negociaciones que están en curso.

Esa especie de insubordinación morenista a AMLO en una cámara legislativa forma parte de las turbulencias que vive el partido en el poder rumbo a las elecciones intermedias de 2021, cuando se elegirá a la totalidad de la propia Cámara de Diputados, a la mitad de los gobernadores de los estados y a un alto número de congresos estatales y presidencias municipales.

Los problemas internos han llegado incluso a una acusación penal, civil y mercantil en contra de su anterior dirigente, Yeidckol Polevnsky. Además, el Tribunal Electoral federal ordenó que la elección de sus nuevos dirigentes nacionales se realice mediante una encuesta a simpatizantes y militantes. El cumplimiento de la decisión judicial ha confrontado a algunos de los aspirantes a la dirigencia.

En el aire flota el riesgo de repetir en el joven partido, recién llegado al poder, los pleitos internos casi institucionalizados de su antecesor, el de la Revolución Democrática, ahora también en franca caída.

Las disputas por el poder, y por la orientación del gobierno obradorista, tuvieron también un desenlace preocupante un día antes del segundo informe: presentó su renuncia el secretario de Medio Ambiente, Víctor Toledo Manzur, a quien semanas atrás se había podido escuchar, en una grabación filtrada por manos hasta ahora desconocidas, cuando criticaba abiertamente a otros segmentos de la misma cúpula gubernamental.

Toledo Manzur llegó a señalar la inexistencia de una de las etiquetas políticas centrales del obradorismo, la llamada Cuarta Transformación. Habló de peleas internas por el poder, contradicciones y desentendimiento del presidente de temas ecológicos relevantes. En especial, denunció la conducta política, favorable a empresas tóxicas, del jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, un empresario derechista que no quería ocupar este cargo porque él mismo consideraba que significaría un conflicto de interés con sus negocios.

Romo colocó a un cercano en la secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Manuel Villalobos, relacionado con empresas transnacionales promotoras de cultivos transgénicos. Aceptar la renuncia del ecologista Toledo, quien argumentó problemas de salud, y mantener a Romo y a Villalobos, parecería una toma de posición adversa a los movimientos de defensa del medio ambiente y de aceptación de los conflictos de interés denunciados.

Es en medio de estos reacomodos y pugnas internas que Morena, y el aparato central del gobierno obradorista, se acercan a la cada vez más cercana cita electoral de 2021, en donde se juegan la continuidad de su proyecto de nación.