Internacional

Ausencia de condena por abusos sexuales opaca gira del papa

Lima — Éste fue un viaje como pocos: durante su más reciente visita a Sudamérica, el primer papa latinoamericano casó a una pareja desde el aire, pidió detener su papamóvil para asistir a una policía de su escolta que cayó de un caballo y se refirió por primera vez al incremento en asesinatos de mujeres.

No obstante, una mancha opacó su visita, ya que no hubo oraciones, misas o bailes folclóricos que diluyeran el reclamo de chilenos y peruanos por la falta de condena de la Iglesia hacia los curas que han abusado de menores de edad en la región.

“Francisco condenó el feminicidio, habló a favor de los indígenas y denunció la corrupción política, pero será recordado por la defensa equivocada”, dijo a The Associated Press Andrew Chesnut, profesor de estudios religiosos de la Universidad Virginia Commonwealth. Por ello, coinciden analistas, esta es quizá la gira más caótica y violenta que el papa ha enfrentado en el continente desde que asumió el pontificado en 2013.

Francisco cerró su gira el domingo desde Lima para volver a Roma después de haber abordado temas como la corrupción, el cuidado de la Amazonía y de los indígenas, pero esa “defensa” a la que Chesnut se refiere tiene que ver con un incidente que ocurrió el jueves en Chile, cuando el papa concluyó su visita por ese país. Aquel día, Francisco acusó a las víctimas del mayor sacerdote pedófilo de ese país de calumniar a otro obispo, Juan Barros, señalado como encubridor de los abusos del sacerdote Fernando Karadima.

“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, allí voy a hablar”, dijo Francisco incómodo ante los periodistas chilenos. “No hay ni una sola prueba en contra, todo es calumnia ¿Está claro?“, afirmó Francisco tajante y se subió a su automóvil.

El incidente fue tan polémico que el principal consejero de Francisco sobre abuso sexual clerical, el cardenal estadounidense Sean O’ Malley, lo criticó dos días después en público y dijo en un comunicado que no podía explicar por qué Francisco “escogió las palabras particulares que usó“.

El enojo fue palpable entre la gente. En Chile hubo protestas previas a su llegada y aunque nadie ha reivindicado la responsabilidad, hubo incendios en 12 iglesias y tres helicópteros chilenos, la mayoría en la región de la Araucanía, donde los indígenas mapuches están presionando por el retorno de tierras ancestrales y el reconocimiento de su idioma y cultura.

Sucesos de este tipo no habían sido registrados en Latinoamérica en el contexto de la visita de un papa incluso en los periodos más duros de la década de 1980, cuando Juan Pablo II visitó ese país en pleno gobierno militar de Augusto Pinochet o en la época de terror desatada por los maoístas del grupo terrorista Sendero Luminoso en Perú.

Las palabras del papa en relación a Barros podrían opacar algunos de sus actos, por ejemplo, el perdón público que pidió por el abuso sexual de algunos sacerdotes chilenos y su cita para escuchar a las víctimas, así como su intención de lograr un acercamiento entre el gobierno chileno y los mapuches para hallar una solución pacífica a sus diferencias.

Y aunque la situación fue menos tensa durante su viaje por Perú, donde apareció en misas y recorridos públicos rodeado de miles de personas, en el país andino los abusos sexuales cometidos hace décadas por Luis Figari, fundador del movimiento Sodalitium Christianae Vitae, tampoco fueron abordados por el papa.

“Es una contradicción que no compagina con su discurso casi de teólogo de la liberación, porque habla de temas en defensa de los indígenas, de la tierra y de los marginados pero ¿acaso no son los niños víctimas de abuso el sector más vulnerable?“, se preguntó Chesnut.

En Perú, Francisco culminó su gira con una misa en una base militar de Lima donde se encontró con 1,3 millones de personas que llegaron desde la madrugada, soportaron el sol del verano local y fueron refrescadas con chorros de agua que les lanzaban los bomberos.

Raúl Zegarra, teólogo por la universidad estadounidense de Notre Dame, dijo que lo más notable de Francisco fue “su denuncia de un sistema económico opresivo que depreda la naturaleza, la reivindicación de las comunidades nativas y su condena severa del feminicidio y de la cultura del machismo”.

Asimismo, esta fue la primera vez que Francisco alzó la voz para luchar por una nueva cultura y leyes contra el “feminicidio”, crimen al que calificó como una “plaga”. El papa valoró a las mujeres, madres y abuelas como la “fuerza motora” de las familias, pero dijo que “quedan silenciadas detrás de tantas paredes”.

Poco antes, en la Amazonía, el pontífice criticó frente a las autoridades “la complicidad” y pidió no “hacerse los distraídos” ante la “devastación de la vida causada” por la esclavitud sexual que sufren las mujeres que son obligadas a prostituirse en cientos de bares donde se extrae oro de forma artesanal.

En la costa del Pacífico, donde en 2017 los peruanos sufrieron la destrucción de sus casas causada por las lluvias e inundaciones, Francisco pidió resistencia, pero luego en Lima alzó la voz contra la corrupción en Latinoamérica a la que describió como un “virus” que daña a los más pobres.

Su visita, entonces, será recordada de “muchas maneras”, afirma el teólogo Zegarra. Al respecto, precisa que los teólogos progresistas interpretarán la gira de Francisco como positiva por su rol de denuncia de diversos abusos, pero los progresistas “que entienden menos de teología y de cultura eclesiástica estarán, en general, muy frustrados. El papá no es, pues, un progresista para sus estándares”, dijo.