19/Apr/2024
Editoriales

La historia de los laxantes

Pocas cosas son tan incómodas como sufrir de intestino perezoso, pues inhibe la actividad normal del individuo disminuyendo sus capacidades en forma importante. Hay toda una industria botánica y química viviendo de la fabricación de remedios que, inexplicablemente, no funcionan para todas las personas, esto es, a algunos les alivia cierto remedio pero a otros no, teniendo que buscar algo diferente.

La gama de remedios es tan amplia como diversos son los organismos humanos, a algunos les funciona con sólo agua caliente, mientras que a otros se les tiene que dar tratamientos bien complicados. El problema es antiguo, se calcula que apareció hace cinco mil años, porque en esos tiempos aparecieron los laxantes. Se ha comprobado que la dieta del hombre nómada del Neolítico era rica en fibra y ello ayudaba a un funcionamiento normal del intestino, pero el avance de la cultura llevó a la formación de la civilización sedentaria que trajo aparejado un cambio drástico en la dieta, dándose prioridad al deleite del paladar pero olvidando las funciones intestinales. Así, en la región del Río Nilo se tenía que viajar a Mesopotamia para adquirir una sustancia purgante que era inofensiva, esto es, que no tenía efectos colaterales. Se trataba de un aceite amarillo que lo extraían del ricino (existe aún el aceite de ricino como purgante), un producto que además tenía otros usos, como emoliente de la piel, y hasta de lubricante para mover los bloques de piedra de las construcciones faraónicas de aquellos tiempos. Los asirios inventaron hace 3 mil 500 años otro laxante, un producto “formador de bolos” que introducían con una abundante cantidad de agua directa al intestino.

En Grecia y en Roma se perfeccionaron los remedios para este problema mezclando los laxantes con miel y limón, pues el olor y sabores naturales de los laxantes eran brutalmente nauseabundos. Pasaron los siglos hasta que en 1905, el húngaro Max Kiss mezcló el laxante con el chocolate, idea con la que se convirtió en un hombre muy rico pues en Estados Unidos se consumió en cantidades industriales semejante producto. Llamó a su producto Ex – Lax, mismo que comenzó a venderse en boticas hasta una fabulosa cantidad de 530 millones de dosis cada año. Desde luego que hay muchos otros productos, como la sal de higuera y otros más, pero no tienen el doble sentido: ser laxante y golosina. Hay en la herbolaria actual varios remedios ya industrializados como los tés verdes y otras infusiones que igual brindan alivio a los intestinos perezosos.