08/May/2024
Editoriales

Octubre 12 de 1492: Descubre Cristóbal Colón, el continente americano.

Octubre 12 de 1492: Descubre Cristóbal Colón, el continente americano. A continuación transcribo un texto que publiqué hace tiempo y que no recuerdo las fuentes, pues entonces no las anotaba.

El dí­a de la Raza

Leopoldo Espinosa Benavides 12 de Octubre del 04

Que ingratos son los hombres. Aún hoy mismo pocos reconocen lo mucho que he hecho por mejorar este mundo. En las tierras que descubrí­ en mis viajes por la nueva ruta a Las Indias, dejé constancia de la jerarquí­a de los Reyes Católicos. Por eso no entiendo de donde viene la necedad de no dejarme hacer presencia en La Española siendo la comarca que yo Gobierno.

Ese infeliz de Francisco Roldán tiene muy buenos contactos en la Corte. No se puede explicar de otra forma el que hayan llegado al extremo de encarcelarme a mí­, que le he dado más que nadie a la Corona. Ha sido obra del tal Francisco de Bobadilla –El Comisario Real- quien apoyó al Roldancillo ese que con ex – reclusos y caciques inamistosos se sublevaron en contra de mis hermanos Bartolomé y Diego, cuando gobernaban por encargo mí­o mientras yo engrandecí­a más a la Patria. Porque tu paí­s es aquel en donde te encuentres mejor.

Que largo ha sido el viaje... Me refiero al de mi vida, que no a los de mis naves que cada vez los siento más breves. Y héme aquí­ en Valladolid hoy 20 de mayo de 1506 disfrutando de una mí­nima parte de las rentas que me pertenecen por ley. Deberí­an darle gracias a esta artritis que sufro y me tiene postrado a mis 55 años. Si no fuera así­, los traerí­a arrinconados a trapazos. Y yo siempre creyendo que la justicia parcial no existí­a.

Ah, si mi padre Dominico Colombo hubiera tenido buena posición social.. O si mi madre Susana Fontarossa en vez de tejedora hubiese sido de las favoritas de la Reina, otro gallo me hubiera cantado. Pero me queda claro que la pobreza es siempre cosa del ego, y nunca de Dios. Siempre quise que mis tres hermanos y mi hermana Bianchinetta me ayudaran a alcanzar mis nobles planes. No me di cuenta que ellos pretendí­an lo mismo de mí­. Posiblemente esa sea la justificación del odio soterrado que me tienen. Quien busque hermanos perfectos, se quedará sin hermanos.

Solo Bartolomé y Giacomo (Quien en España se hizo llamar pomposamente Diego), aceptaron finalmente mi liderazgo y trabajaron para mi proyecto. Y vaya que fue difí­cil mi infancia. Aún recuerdo los oficios que desempeñé para sobrevivir. Tejedor, Quesero, Tabernero y acompañante sin importancia de mi padre en sus paupérrimos viajes de negocios a Quinto y a Savona. Sin embargo ahora se que pese a las dificultades mi infancia fue feliz, porque para el gusano que habita en el rábano, todo el mundo es un rábano.

Y por lo mismo no pude estudiar. Claro que ni falta me hizo. Lo único que me atrajo desde siempre fueron los puertos, sus naves, sus marineros y desde luego sus aventuras que escuchaba desde niño describiendo sus largos viajes. Mi verdadera casa siempre fue la cubierta de un barco. Allí­ aprendí­ a conocer a los hombres, a leer las cartas marinas, a usar los instrumentos de mar y sobre todo a soñar con las conquistas de nuevos horizontes. Estar en tierra para mí­, siempre fueron vacaciones que debí­a aprovechar.

Recuerdo como cambió mi vida cuando estuve a punto de morir. Yendo en un barco comercial con destino a Flandes en la época que los Franceses y los Portugueses apoyaban a Juana la Beltraneja en su lucha por la sucesión de Castilla, naví­os de guerra Galos hundieron no solo al barco en que yo viajaba sino a todo el convoy Genovés. La ví­ cerca en esa ocasión. Pero escuché la voz de Dios diciéndome: Cristóforo, lucha por salvarte. Nadé como nunca por mi vida hasta la costa lusitana. Al poco tiempo ya estaba yo instalado en Lisboa como agente de la Casa naviera Centurione armadora de la flotilla atacada.

Como el hombre nace en el mundo en que trabaja, yo allí­ volví­ a nacer y me cambié de nombre. No más Cristóforo, ni más Colombo. Desde entonces me hice llamar Cristóbal Colomo, o Cristóbal Colom como ahora me dicen. Por aquel entonces asistí­a a misa diariamente, y en el convento De Los Santos conocí­ a la bella Felipa Moniz Palestrello, hija de doña Isabel Moniz de noble linaje, y de don Diego Palestrello -también Genovés- relacionado con empresas náuticas y que luego fue Gobernador de la Isla de Porto Santo, en el archipiélago de Madeira.

Me casé con Felipa. Me dio a mi hijo Diego. Un año después enviudé pero el abuelo de Dieguito me impulsó en mis inquietudes geográficas y cientí­ficas de la navegación. Desde entonces acuñé este hermoso proyecto que es el centro de mi vida: Diseñar una ruta corta a las Indias navegando hacia occidente. A mi suegro le entusiasmaba la idea de traer especies y valiosos tesoros de allá. Lo que hace que una causa sea una causa son sus efectos.

Recuerdo como si fuera hoy la noche del once de octubre de 1492. Viajaba yo en la Carabela "Santa Marí­a" que estaba bajo mi mando. Muy cerca navegaban "La Niña" al mando de Vicente Yáñez Pinzón y "La Pinta" al de Martí­n Alonso Pinzón. Mientras yo no pude dormir, estoy seguro ellos roncaban como lirones. En cambio yo escuchaba la lluvia. Sentí­a la noche gritándome que la playa estaba cerca. En la tarde habí­a visto ramas en el agua y pájaros de tierra, pero no dije nada a nadie. Porque la verdad es siempre abundante. No habí­a duda, el gran dí­a habí­a llegado.

En la madrugada del doce de octubre sentí­ una necesidad inexplicable de subir al puente de mando. Lo hice y no habí­a pasado una hora cuando realicé la más grande de mis hazañas en alta mar: Escuché -Pese a la distancia y al ruido del océano-, la voz de Juan Rodrí­guez Bermejo El Trianero gritando desde la Cofa de "La Pinta": ¡Tierra a la vista!. Nadie me cree y a veces hasta dudo haberlo escuchado, pero aceptar eso es creer en hechicerí­as que van en contra de mi Dios. Llegamos a tierras inéditas de Las Indias. Los Reyes y toda la Corte se alegraron cuando supieron de mi éxito.

Valieron la pena tantas tribulaciones. Primero fue conseguir la firma de los Reyes en las Capitulaciones de Santa Fe gracias en buena medida a los oficios de Hernando de Talavera. Luego obtener el dinero por gracia de Luis de Santángel quien logró suscribir la hipoteca del arrendamiento de los derechos Genoveses al puerto de Valencia con el rico banquero Juanoto Berardi. Porque de los tesoros reales, no salió ni un solo maravedí­.

Este esfuerzo no fue comprendido más que solo por aquellos que estaban en el secreto. Que la tierra es un globo esférico. Y vaya que valió la pena porque si no me adelanto, esa ruta a las Indias pudo haber sido descubierta por cualquier marinerito con dinero. Ya el irlandés San Balandrí­n hablaba de "Un gran continente y una inmensa isla con siete ciudades". Y en las tradiciones Célticas e Irlandesas así­ como los árabes peninsulares mencionaban la peregrinación de los Magrurinos que zarparon de Lisboa con dirección al oeste, y llegaron a tierras en donde Pastaban ovejas de carne amarga.

Aunque nadie se imaginaba realmente cual es el tamaño del Océano, porque de la misma manera que la nada no puede ser representada, tampoco hay un sí­mbolo que represente a la totalidad. Ni yo mismo creí­ que fuera tan grande. Todaví­a las Indias tienen grandes territorios inexplorados aún que siguen esperándome a descubrirles. Pronto iré por ellos.

Como nadie puede despertar de un sueño que el mundo está soñando por él, Cristóbal Colón siguió soñando hasta que ese mismo 20 de mayo de 1506 fue sorprendido por la luz intensa que todos traemos dentro pero que no nos damos cuenta y que al final todos reconocemos.

Murió sin darse cuenta que habí­a descubierto América, un Continente muchí­simo más grande que Europa. Sus restos fueron sepultados en Sevilla, pero su hijo Diego los trasladó a La Española (Hoy Santo Domingo) territorio cuyo gobernante era él.