07/May/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana. Parte 18; La toma de la Ciudad de México II

Luego del fracaso de las negociaciones de paz y de las 24 horas de cese al fuego, a primera hora el día 7 de septiembre de 1847, en la Ciudad de México, se tocó Gene rala, es decir, la señal para que todo mundo tome sus armas. Las tropas nacionales y los civiles voluntarios se ubicaron en las garitas de San Cosme, Niño Perdido y Belén. 

 

El antiguo patriota y héroe de la independencia Juan Álvarez, con el cuerpo nacional de caballería, se apostó en un punto intermedio entre la Hacienda de los Morales y Azcapotzalco; por su parte, Santa Anna se instaló en los alrededores de Chapultepec. 

 

El general Scott era proclive a escuchar chismes

Hasta los oídos de Scott llegaron rumores de que en El Molino del Rey se fabricaban cañones y había una gran reserva de pólvora. Lo cierto es que en ese complejo de edificios de piedra ubicado cerca del Bosque de Chapultepec estaban dos molinos -uno de harina y otro de pólvora- accionados por una corriente de agua que dividía el predio en dos, una maestranza donde antes se fabricaban cañones, y una fortificación llamada Casa Mata.    

Scott quería que su ejército descansara antes del asalto definitivo a la Ciudad, por lo que envió a Worth a una acción menor, sólo para que desgastara al Ejército Mexicano y sus reservas de municiones, atacando El Molino del Rey 

 Worth se acerca a Molino del Rey, sembrando muerte entre civiles

Al día siguiente, el 8 de septiembre de 1847, Worth realizó una lenta y espectacular marcha de Tacubaya al Molino del Rey. En el camino disparaba a los civiles que se encontraba, a viviendas y a los espías mexicanos, o a las tropas que realizaban recorridos. Esto provocó que Santa Anna saliera con su ejército y ordenara que desde Chapultepec atacaran a la columna de Worth, pero eso sólo mostró a los invasores la capacidad militar de la defensa del cerro de Chapultepec. 

 

Sin embargo, Worth no se inmutó y su marcha continuó siendo pausada. Esto permitió que Santa Anna montara su artillería en el Molino del Rey y formara un largo frente de ataque de infantería, apoyada por la caballería a su mando. 

 El coronel Garland vence a la defensa mexicana

Comenzó el enfrentamiento. Una columna de infantería al mando del coronel John Garland se aproximó lentamente a la artillería mexicana, que estaba reforzada por dos compañías del 2º batallón ligero de infantería, pero fueron fácilmente derrotados por los invasores. La desventaja en la capacidad de fuego de los nacionales, permitió a los norteamericanos llegar, a pesar de que tuvieron bajas, al combate cercano con los semi desarmados artilleros mexicanos, vencerlos y tomar tres cañones que utilizaron en contra de los mismos mexicanos. 

 El teniente coronel Echegaray con su batallón armado sólo de bayonetas, 

echa en corrida a los norteamericanos

Así, los norteamericanos tomaron el Molino del Rey y la Casa Mata, sin embargo, a pesar de su clara derrota, los mexicanos realizaron una sorpresiva y veloz carga con el 3er Batallón Ligero del teniente coronel Echegaray, que estaba en la reserva de Chapultepec y usaba sólo mosquete con bayoneta y espada corta o daga. Los invasores trataron de repeler el contra ataque con su fusilería, pero los mexicanos llegaron corriendo y con sus bayonetas echaron en corrida a los norteamericanos.

 Niega Santa Anna darle apoyo a Echegaray quien traía en jaque a los invasores

Echegaray, ya crecido, estuvo a punto de vencer a las tropas de Worth, pero no recibió apoyo de Santa Anna y tuvo que retroceder, sin embargo recuperó los cañones que habían tomado los norteamericanos.   

Molesto, Scott relevó a Worth enviándolo a las reservas que tenía en Tacubaya, y mandó a los generales Gideon Pillow y John Quittman con tres grupos de marines. 

 Reintentan los invasores tomar Molino del Rey y Casa Mata, 

pero los generales Pérez Arévalo y Francisco Pacheco los hacen recular.

Los norteamericanos tomaron ventaja, pero fueron sorprendidos por la velocidad del ataque del general Francisco Pérez Arévalo y el Batallón "Hidalgo" del general Francisco Pacheco -ambos de las tropas fijas de la Ciudad de México- y el combate se volvió muy intenso, así que los norteamericanos recularon.

 

Regresan los sueños agradables tras la exitosa jornada.

En esta parte la estrategia de Santa Anna funcionó bien, pero jamás lanzó a la caballería de Juan Álvarez a que rematara a los invasores, quienes se refugiaron en su cuartel de Tacubaya. Sin embargo, las tropas mexicanas, con buen ánimo, se retiraron en orden a Chapultepec según la orden de Santa Anna y de nuevo nacía la esperanza de una victoria. 

 Se desengaña Worth de que los chismes no tenían razón

Como era de esperarse, cuando los mexicanos marcharon a Chapultepec, los norteamericanos tomaron el Molino del Rey.Ahí Worth constató que eran chismes de que ahí se estaban fabricando cañones, pero esa ‘información’ le llevó a asesinar a una veintena de civiles. Abro paréntesis para apuntar que mucho después, en el año 2011 sucedió algo parecido en Irak, donde los norteamericanos creían que se fabricaban armas químicas y murieron miles de iraquíes para no encontrar tal armamento químico. Lo cierro.

 El acecho al Castillo de Chapultepec y la diáspora

Entre los días  9  y 11 de septiembre de 1847 hubo una calma chicha enmarcada con una diáspora de familias que huían al Bajío y al sur. Los norteamericanos se preparaban para el asalto al Castillo de Chapultepec que consideraban el último punto de defensa para entrar a la Ciudad. Santa Anna, por su parte, reorganizaba las defensas del Cerro y el Castillo de Chapultepec, pero se retiró dejando la defensa del Castillo en manos de Nicolás Bravo. 

 Comienza el bombardeo al Castillo de Chapultepec

El 12 de septiembre de 1847, la artillería norteamericana de mayor alcance fue ubicada en la Hacienda de la Condesa, Tacubaya y Molino del Rey, casi rodeando el ascenso a Chapultepec. Empezó el bombardeo a las líneas de infantería en Garitas de la Candelaria y Niño Perdido, además al propio Chapultepec. La artillería mexicana no respondió el ataque por falta de alcance, es decir, no tenían defensa, así que Nicolás Bravo pidió refuerzos y Santa Anna mandó al Batallón de San Blas.  

 Retira Santa Anna al Batallón de San Blas de la zona de conflicto 

Al amanecer del 13 de septiembre se reanudó el bombardeo y a las 8 de la mañana comenzó el asalto. Lo raro es que en ese momento Santa Anna mandó llamar al Palacio Nacional al Batallón de San Blas, para mandarlo a custodiar un punto del Cerro, lejano a los combates. 

 

Ante la desventaja en capacidad de fuego, Bravo ordena ataque 

con bayoneta y hace mella

Los norteamericanos, luego de mermar mediante la artillería a las fuerzas nacionales, lanzaron un ataque sobre el Castillo. Bravo sabía que no tenía armamento para defenderse por lo que ordenó un ataque a bayoneta y, en combate directo, los norteamericanos tuvieron 600 bajas. Bravo de nuevo pidió refuerzos, pero esta vez no recibió nada. 

 Llegan los refuerzos al invasor y cae la defensa – indefensa mexicana

En cambio, los invasores sí recibieron refuerzos de Tacubaya y en una embestida por tropas más numerosas, dirigidas por Worth, Quitman y Pillow, lograron vencer a la tropa mexicana que quedó emboscada. 

 

Bravo cayó prisionero junto con el resto de su gente. Las fuerzas formales estaban vencidas, sin embargo, en el Castillo de Chapultepec aún ondeaba la bandera mexicana, pero no la de los combatientes de Bravo, sino la del Colegio Militar.  

 Scott ordena que bajen la bandera mexicana que ondeaba en el Castillo

 Winfield Scott ordenó a su tropas ir por esa bandera a sabiendas de que era una escuela donde la mayoría eran cadetes jóvenes e inexpertos, y en este acontecimiento se dio una de las muestras de valor y entrega a la patria más grandes de la historia.  

 Los norteamericanos sabían que sería una lucha demasiado desigual

Por doquier cunden todo tipo de historias buscando mitificar o anular este hecho de armas. La tesis de algunos señala que no eran niños, desde luego que en toda escuela hay adultos, no existe una en donde los jóvenes enseñen a jóvenes. Entre esos adultos estaban el general director Mariano Monterde, los capitanes: Francisco Jiménez y Domingo Alvarado, y las edades de los cadetes mediaban entre los 12 y los 19 años. 

   

Estos cadetes eran adolescentes que habían terminado la educación primaria y que por vocación o herencia familiar buscaban ser militares; no eran leva, ni bola, era el intento santannista de formar una casta militar preparada y con abolengo.  

 Murieron en la lucha seis jóvenes cadetes mexicanos 

y 40 marines norteamericanos

Estaban mal armados porque no estaba planeado que entraran en acción; había algunas carabinas, pistolas, más sus sables de uso y de gala. Pero ellos, ordenadamente se prepararon para recibir al enemigo. Sólo 6 cadetes murieron y en cambio provocaron cerca de 40 bajas al ejército norteamericano.  

 Lista completa de los cadetes mexicanos

Es costumbre abreviar las ceremonias cívicas, por lo que sólo se recuerdan a los seis cadetes que perdieron la vida en esta acción heroica, pero la lista completa, entre muertos, heridos y capturados cuyas acciones son parte de la historia es la siguiente:   

 

Fernando Montes de Oca, nativo de la Ciudad de México. Uno de los mayores  que guardaba la puerta principal, y junto con otros cadetes fue de los primeros en abrir fuego contra los asaltantes norteamericanos. Sin embargo, otro grupo de invasores rompió una ventana para ingresar al Castillo y por la espalda mató a Montes de Oca.

Juan de la Barrera, originario de Ciudad de México. Defendió hasta la muerte una especie de trinchera, donde años después encontraron sepultados a los “Niños Héroes”. 

 

Subteniente Francisco Márquez nativo de Guadalajara. Rodeado por los invasores que le exigían rendirse, respondió disparando y matando a uno de los invasores, pero fue masacrado por los demás.  

 

Agustín Melgar, chihuahuense. Defendiendo la Bandera hasta su último tiro, atacó con bayoneta hasta caer muerto.  

 

Vicente Suárez, poblano. Junto con Melgar peleó hasta quedarse sin parque  y también murió combatiendo a bayoneta.   

 

Juan Escutia, nayarita. Tenía entre 18 y 20 años -uno de los mayores-, luego de que sus compañeros Suárez y Melgar fueron abatidos, trató de evitar que la Bandera Nacional cayera en manos del enemigo, saltó de uno de los balcones del Castillo sobre unas rocas. 

   

Resultaron heridos: 

Subteniente Pablo Banuet 

 

 Alumnos de fila   

Andrés Mellado, uno de los mayores que estaba en la primera línea de defensa. Una vez rota la línea, se emboscó, mató e hirió a varios invasores, y fue capturado. 

Hilario Pérez de León nacido en Ciudad de México. No abandonó su puesto hasta quedar inconsciente; perdió el brazo izquierdo, y luego fue escribiente segundo del archivo de Relaciones.   

Agustín Romero, fue dado por muerto el día 13 levantado entre los cadáveres, pero los camilleros advirtieron que aún vivía.  

   

Prisioneros:   

Teniente Manuel Alemán.  

Agustín Díaz, nacido en Ciudad de México. Después de la invasión estudió Astronomía y Geodesia, e hizo importantes cartografías en tiempos de Juárez, Lerdo y Díaz.  

Luis Díaz.  

Fernando Poucel, de familia acomodada, hablaba inglés, mientras peleaba con espada contra un norteamericano le dijo en su idioma: “Señor parece que le gusta atacar más por la espalda, que de frente como los hombres”  

Joaquín Argáiz. Disparó hasta caer herido. 

José Espinosa, nacido en Ciudad de México. Después fue un reconocido Ingeniero en la época del porfiriato.  

Agustín Peza.  

Subteniente Manuel Poucel. Un soldado norteamericano le pidió su espada y el respondió: “si las quieren que se inclinen a tomarlas; nosotros jamás se las entregaremos”  

Ignacio Peza 

Amado Camacho. Permaneció en su puesto -una garita- hasta quedar inconsciente.  

Sargento Teófilo Noris, sinaloense. defendió el hospital de sangre, hasta caer herido.  

Cabo José Cuellar. Permaneció en su puesto dirigiendo a sus compañeros, hasta caer herido.  

Tambor Simón Álvarez. Alternó las armas con la trasmisión de señales sonoras. Corneta Antonio Rodríguez. Alternó las armas con la trasmisión de señales sonoras.

  

Alumnos de Fila capturados:  

Francisco Molina.  

Mariano Covarrubias.  

Bartolomé Díaz de León.  

Ignacio Molina.  

Emilio Laurent.  

Antonio Sierra.  

Justino García.  

Lorenzo Pérez Castro.  

Agustín Camarena.  

Ignacio Ortiz.  

Esteban Zamora.  

Manuel Ramírez Arellano.  

Ramón Rodríguez Arrangoitia. Llegó a ser ingeniero militar y, años más tarde, en 1884, contribuyó a la búsqueda de la fosa donde enterraron a los “Niños Héroes”  

Carlos Bejarano.  

Isidro Hernández.  

Santiago Hernández.  

Ignacio Burgoa.  

N. Escontria 

Joaquín Moreno.  

Ignacio Valle.  

Antonio Sola.  

Francisco Lazo.  

Sebastián Trejo 

Luis Delgado.  

Ruperto Pérez de León.  

Cástulo García.  

Feliciano Contreras.  

Francisco Morelos.  

Miguel Miramón. Se resistió fieramente en torno a unos sabinos que hoy se conocen como Sabinos de Miramón. Siempre fue monárquico, pero patriota; llegó a ser presidente de la República conservador. Moriría en 1867 junto al fallido emperador Maximiliano de Habsburgo.  

Gabino Montes de Oca.  

Luciano Becerra, tamaulipeco. Mató a seis invasores a bayoneta.  

Adolfo Unda 

Manuel Díaz.  

Francisco Morel.  

Vicente Herrera.  

Onofre Capeto.  

Magdaleno Ita 

 

Estos son los adolescentes que defendieron a la patria contra el enemigo, un ejército profesional y muy bien armado. Aquí no hubo heroicas rendiciones (como la de Monterrey), ni retiradas estratégicas (como la de la Angostura); fue una derrota hasta el fin, cuando ya no había con qué disparar, ni espacio para manejar la espada o la bayoneta.  

 Finalmente Santa Anna se acuerda de Juan Álvarez… para

ordenarle que se retirara

Santa Anna ordenó a Juan Álvarez que, junto con la caballería nacional, se moviera de donde estaba posicionado entre Hacienda Los Morales y Azcapotzalco -nunca le dio la orden de atacar- al pueblo de Guadalupe Hidalgo. 

 Toman los invasores sin problemas las garitas de San Cosme y Belén

Los invasores Worth y Quitman, después de tomar el Castillo de Chapultepec, no sin sostener fieros combates, pudieron tomar las garitas de San Cosme y Belén. 

   

Las tropas mexicanas que alcanzaban a huir se congregaron en La Ciudadela, antiguo fortín donde se guardaban armas y pólvora desde tiempos de la colonia. 

 La determinante reunión de la Ciudadela

En este edificio de La Ciudadela se reunieron accidentalmente Santa Anna, un señor Olaguíbel, que acababa de renunciar al gobierno del Estado de México, Lino José Alcorta que era ministro de Guerra, el comandante de artillería Carrera, Manuel Lombardini -uno de los responsables de la Ciudad de México-, Francisco Pérez, y Domingo Romero, ayudante de Santa Anna. 

 

Determina Santa Anna que el ejército evacue la Ciudad de México

Apartados en un salón, Santa Anna preguntó su opinión acerca de la defensa de la Ciudad. Las opiniones iban desde desalojarla hasta luchar con lo último que quedara y, luego de que todos hablaron, Santa Anna dijo: “yo determino que se evacue esta misma noche la Ciudad y nombró al señor Lombardini general en jefe y al general Pérez, su segundo”. 

 

Lombardini quería pelear, pero se disciplinó, y el día 14 de septiembre de 1847 se desalojó La Ciudadela. Todas las tropas se dirigieron a Guadalupe Hidalgo, donde se reunieron con la caballería de Juan Álvarez y se pusieron a las órdenes del general Lombardini.  

 El caos en la Ciudad de México

En la Ciudad de México cundió el pánico. La población estaba desquiciada, sin información oficial, sólo rumores y era evidente que todo estaba perdido. Los que podían escapar, huían sin ninguna posesión, otros trataban de conseguir alimentos para encerrarse en sus casas. Los diablos andaban sueltos; una muchedumbre saqueó el Palacio Nacional que estaba abandonado; aquello era un verdadero caos.

Continuará…  

   

FUENTES 

   

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.         

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.         

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.        

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, Editorial Porrúa, 2014        

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.         

José María Roa Bárcena, Recuerdos de la Invasión Norteamericana 1846-1848: por un joven de entonces, Versión electrónica Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra.     

N. C. Brooks, A complete history of the Mexican War, Nathan Covington, 1851  

http://www.acadmexhistoria.org.mx/pdfs/publicaciones/MemoriasParaLectura/TomoVI_3Prote.pdf 

 

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