02/May/2024
Editoriales

Fue sorprendido como el Tigre de Santa Julia

El Tigre de Santa Julia, le decían a José de Jesús Negrete Molina, nacido en 1873 en Cuerámaro, Guanajuato, un soldado del Ejército Nacional que se convirtió en bandido en los tiempos del presidente Porfirio Díaz. Vivía en el Barrio de Santa Julia, ubicado en la actual delegación Miguel Hidalgo de la Ciudad de México. Se dedicó a cometer robos y asaltos acompañado de una banda entre los que estaban Fortino y Pedro Mora, Tranquilino Peña, y Gregorio Mariscal, todos desempleados y de fama nada buena. La leyenda dice que El Tigre de Santa Julia incluía en su banda a algunas mujeres, y que en el asalto a una gendarmería robó, entre otras cosas, una pistola Colt 44 que sería su fiel compañera siempre.

En un encuentro con la policía El Tigre se ganó el famoso mote al asesinar a dos agentes policíacos. En otro evento, fue preso el 28 de mayo de 1906 en la Ciudad de México e ingresado a la cárcel de Belem, misma que fue testigo de una fuga suya y de toda su banda en forma peliculesca. A raíz de ese escape se volvió un personaje muy popular en toda la Ciudad, no sólo en su Barrio de Santa Julia. Pero se dice que El Tigre de Santa Julia era promiscuo y sus mujeres -algunas de ellas actuaban dentro de su banda- estaban enojadísimas con él, y algunas despechadas por sus frecuentes traiciones amorosas.

Esto llegó al nivel de que varias de ellas se pusieron de acuerdo con la policía (Un capitán Chávez era el comisionado directo del presidente Díaz, para apresarlo), y una de ellas, Guadalupe Guerrero corrió el rumor que a ella la cortejaba el propio capitán Chávez, así que El Tigre, que era muy celoso, la frecuentaba mucho más que antes, para que el policía no le hiciera de chivo los tamales. Así que esta mujer Guadalupe Guerrero lo invitó a comer en su casa, ofreciéndole al Tigre de Santa Julia mole de cerdo -que le encantaba- y le dio de beber pulque de curado de apio. Esta combinación produjo el efecto esperado y cuando llegó la policía a la casa, sorprendieron al felón criminal sin armas y con una diarrea espantosa, al grado que hubieron de esperar a que saliera del retrete para llevárselo, y luego fusilarlo. Así nace la expresión “Lo sorprendieron como al Tigre de Santa Julia”, con los pantalones abajo, o distraído en ciertos asuntos lúdicos.