03/May/2024
Editoriales

Leonardo, el profeta de la ciencia

La historia de la humanidad registra avances inducidos por determinados personajes en diferentes épocas. En el periodo conocido como Renacimiento que tuvo su  apogeo entre los siglos XV y XVI, surgieron genios del arte como Botticelli, Donatello, y Miguel Ángel Buonarroti, destacando el nacido en Vinci, una Villa toscana de Italia, llamado Leonardo.  

Leonardo de Vinci vivió de 1452 a 1519 - 67 años- y sus talentos aún hoy día son cada vez más reconocidos. 

Consciente de que su arte requería de un mecenas, Leonardo con la experiencia artística de sus treinta años de edad partió de Florencia a Milán para hacer carrera con Ludovico Sforza ‘El Moro’ para quien elaboró diversas obras de ingeniería y de arte, entre ellas, una estatua ecuestre para Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, que nunca terminaría pues por 16 años se dedicó al modelo en barro del gran caballo que se destruyó en una batalla. Sin embargo, esa gran obra perdida no impactó a Leonardo, quien a partir de 1490, aportó tal vez sus mayores ideas para el desarrollo de la humanidad. 

Plasmó en dibujos magistrales los principios de anatomía, botánica, geografía, arquitectura, ingeniería, y geología modernas. 

Los críticos actuales concluyen que el genio de Leonardo era más talento imaginativo que investigación, pues muchos de los principios que dibujó se basaban más en la observación y la fantasía, que en una investigación científica. 

Pero esto es el mejor tributo para Leonardo, puesto que resolvió problemas científicos sin existir aún la ciencia que ahora los trata. 

Como la Geología, pues trabajando de ingeniero, Leonardo observó que las rocas del norte de Italia conformaban capas acomodadas por su antigüedad, y que los fósiles encontrados en las rocas eran diferentes.

Apoyándose en esta última observación se pueden identificar los estratos, y el estudio de los restos fosilizados contenidos en ellos posibilitan el cálculo de la edad de la Tierra siendo el primer intento del principio de la estratigrafía que en 1667 re-descubriera Nicolás Stenon y que William Smith reafirmara en 1799 para la estratigrafía y cartografía geológica modernas. 

En la anatomía, es posible que haya entendido el funcionamiento de las válvulas del corazón concluyendo que la sangre circula por el cuerpo, contradiciendo la tesis vigente de que la sangre sólo iba y venía. En 1616 William Harvey presentó una teoría bien desarrollada al respecto, apoyado en la percepción de Leonardo. 

En la física tuvo también aportaciones asombrosas como el principio de que el peso de un cuerpo depende de la dirección que toma en movimiento, y lo dijo mucho antes de Galileo (1604) y Newton (1686). 

Sus valiosos bocetos son una especie de profecías, pues a nadie se le ocurría en aquel  tiempo un submarino individual que por medio de un tubo de cuero se respirara. Y el famoso boceto de un helicóptero que pareciera insinuar con los trazos de una libélula. Estudiar sus dibujos y planos de obras hidráulicas y mecánicas es un lujo para los científicos actuales, pues además de mostrar principios que ahora son leyes científicas, algunos se consideran tratados completos. 

Leonardo escribía poco, y los textos que acompañan a muchos de sus dibujos son sólo para explicarlos. 

Como usted puede ver, me he referido a Leonardo el profeta visionario del avance de la humanidad, sin hablar de su obra pictórica que, como ‘La Gioconda’ y ‘La última Cena’ no requieren siquiera mención, pues su fama inundó al mundo del arte.