El costo del éxito se paga con la moneda del desprestigio.
Considero que, sin poder asegurar que la honestidad de Venustiano Carranza era real, la fama de deshonesto se la crearon los propios revolucionarios, sobre todos los que tenían diferencias con él. Tal es el caso del general Álvaro Obregón, quien contó esta anécdota a principios de 1920, cuando ya había el conflicto por la sucesión presidencial que desembocó en el asesinato de Carranza:
Obregón le dijo al periodista español Vicente Blasco Ibáñez que una vez Carranza invitó a comer al Ministro español y lo sentó entre Obregón y el general Cándido Aguilar, sentándose el Barón de Cuatro Ciénegas enfrente del Ministro.
De pronto… el ministro de España se lleva la mano al chaleco y palidece: _¡Caramba, me han robado el reloj!, grita. Era un reloj antiguo, de oro y brillantes, una joya, recuerdo de familia. Me mira a mí, dice Obregón, que estoy junto a él, precisamente del lado donde me falta el brazo. Yo no pude haber robado el reloj. Mira al que está del lado opuesto, Cándido Aguilar, yerno de Don Venustiano. No le falta un brazo, pero tiene casi paralizada una mano, casualmente la que está del lado del ministro. Tampoco puede ser éste el autor del robo.
Y convencido de que no recobraría su alhaja, el diplomático pasó el resto de la comida murmurando dolorosamente: _¡Me han robado mi reloj! ¡Esto no es un gobierno, es una cueva de ladrones!
Al levantarse de la mesa, don Venustiano se aproxima a él con su aire grave y venerable. _“Tome usted y calle de una vez”, y le entregó su reloj. El diplomático no puede contener su asombro. ¡Un hombre que no estaba junto a él!... y grita con sincera admiración _“¡Ah, señor presidente! Por algo le llaman a usted el Primer Jefe…”
Desde luego que esta anécdota de Obregón es refutable por tener fallas importantes, pero a donde voy es que así se construyó el verbo “Carrancear” como sinónimo de robar. Claro que en un movimiento revolucionario siempre hay abusos y deshonestidades, pero no necesariamente son del jefe, al menos esta versión de Obregón se advierte con tendencia para desprestigiar a Carranza, un exitoso revolucionario a quien se debe la Constitución de 1917.
*Vicente Blasco Ibáñez, El militarismo mexicano, art. III. Citado en John W F. Dulles. Ayer en México. Una crónica de la Revolución (1919 – 1936), México, FCE, 2003, p. 32