02/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Octubre 6 de 1846: Exige el comandante Du Pont la rendición del Puerto de Guaymas, durante la guerra de invasión norteamericana. Durante los últimos días de septiembre, Pedro de Ampudia había capitulado la plaza de Monterrey al invasor. Apenas el dos de octubre anterior, Mariano Salas había impuesto una contribución extraordinaria para financiar la guerra, afectando a propietarios de todas las poblaciones del país. Por tanto este ataque de Du Pont por el pacífico estremeció al pueblo mexicano que iba desde el coraje por el abuso criminal de la nación vecina hasta el temor porque llegaban noticias de que este militar norteamericano se había apoderado de las naves mexicanas Libertad y Fortuna, la goleta Rosita y las balandras Chapita y Alerta. Quería además de la entrega de Guaymas, las goletas Anáhuac y Sonorense. Pero el defensor de la plaza, coronel Campuzano respondió con metralla al mensaje del invasor. Sin embargo, Du Pont contaba con mayor capacidad de fuego, y destruyó los dos barcos de marras, más el mercante Cóndor y bombardeó al puerto de Guaymas. Nueve días después Estados Unidos asedió al puerto de Alvarado, Veracruz, con la flota integrada por los buques de guerra Cumberland, Missisipi, Vixen, Reefer, Bonita, McLane, Petrel, Forward, y Nonata. Allí se tuvo la fortuna de que el mal tiempo ayudó a la defensa del puerto, obligando al invasor a replegarse. El comodoro Edmund Conner envió días más tarde una flota encabezada por el buque Missisipi para controlar Tabasco, topando en pared, pues el coronel Juan Bautista Traconis defendió con uñas y dientes esa importante plaza del sureste mexicano. Estos ataques se dieron por mar debido a que Taylor había pactado con Ampudia un armisticio tras la entrega de la plaza de Monterrey, mismo que terminaba hasta el 13 de noviembre de 1846. Estados Unidos aplastó al Ejército nacional y en 1848 se firmó le entregó más de la mitad de los territorios nórdicos. Han pasado 174 años desde estos hechos y desafortunadamente una vez más los mexicanos estamos divididos. Así somos presa fácil -de nuevo- para cualquier potencia que traiga hambre de petróleo, metales preciosos o litio.