27/Apr/2024
Editoriales

Un PRI democrático, firme y combativo

El pasado domingo el Partido Revolucionario Institucional demostró por qué es una institución política sólida, cohesionada y con una firme voluntad de renovación. Luego de esta contienda, el PRI resulta fortalecido democráticamente y será una oposición firme y combativa.

Contra los pronósticos de comentaristas y a contrapelo de algunos actores internos que apostaban al fracaso de un proceso abierto a toda la militancia, se llevó a cabo, por primera vez en nuestra historia contemporánea, la elección de la dirigencia nacional. Además, destaca que de todos los presidentes nacionales de los partidos que cuentan con registro en México, ésta es la dirigencia electa por más votos de su militancia.

Según las encuestas de salida y los datos preliminares con que contamos, resultaron electos Alejandro Moreno como presidente y Carolina Viggiano como secretaria general, para el periodo 2019-2023, cuatro años fundamentales para la reconstrucción del PRI, su renovación y fortalecimiento de cara a las elecciones intermedias federales y 13 locales programadas para 2021. Se trata de una dirigencia que llega con un amplísimo apoyo de la militancia priista, lo que significa una gran legitimidad y unidad al interior del partido para enfrentar los retos y desafíos del presente y futuro.

Luego de la severa derrota de julio de 2018, el partido transitó por un difícil proceso en el que, finalmente, Claudia Ruiz Massieu fue electa presidenta en el momento más complejo de la historia del partido y, meses más tarde, me correspondió acompañarla como secretario general.

Ante el autoritarismo del nuevo gobierno y su mayoría en el congreso, nuestras bancadas mostraron su capacidad y experiencia con intervenciones determinantes para frenar arbitrariedades y moderar excesos. Sin su contrapeso, el deterioro de los órganos autónomos, de las políticas públicas y de asuntos vitales como la Guardia Nacional hubieran tomado un curso desastroso.

A seis meses del revés de 2018, el PRI ganó las elecciones extraordinarias celebradas en Monterrey, capital de un estado con gran relevancia económica y electoral. En las elecciones de junio pasado, los resultados no fueron lo que hubiésemos querido, pero tampoco supusieron el hundimiento, como muchos auguraban. Prevaleció, en general, una fuerte inercia en el electorado en favor de la expresión que había arrasado un año atrás, pero el balance siguió siendo estimulante.

El ciclo cubierto por la dirigencia actual del PRI estuvo a la altura de ese reto histórico, estableció claras prioridades: darle todo el valor a la militancia, desplegar un intenso ejercicio de reflexión y diagnóstico sobre las causas de la derrota, recuperar las causas y razones de la ciudadanía, renovar los órganos de dirección en todos los ámbitos y conducir el proceso de renovación de la dirigencia nacional.

Lo logrado hasta ahora es apenas el comienzo de la ruta trazada para la renovación democrática del PRI. Contamos para ello con la fortaleza de una militancia que superó el desánimo y el fantasma del fracaso, una militancia que organizó y atendió un proceso que arrojó resultados claros, contundentes e inobjetables. Al final, todas, todos, resultaron ganadores, porque ya la fórmula que obtuvo más votos hizo un llamado a las otras contendientes para sumarse a la tarea que aún tenemos por delante como partido.

La elección abierta de dirigentes y candidatos no tiene marcha atrás. Así tendrá que ser en lo sucesivo para todos los cargos y candidaturas. La deliberación y la acción democrática será clave para celebrar a principios de 2020 la XXIII Asamblea Nacional, para actualizar nuestra agenda, nuestra organización y renovar nuestra alianza con la sociedad. Como militante, seguiré trabajando en favor de un partido que ha sido pieza fundamental de la evolución y bienestar de México.