Cuando cumplí 50 años –época en que mi cuerpo comenzó a cambiar- fui a renovar mi credencial de conductor al módulo de tránsito municipal dedicado a ello.
La mujer que atendía me fotografió y cuando me entrregó la credencial vi que la foto no me favorecía nadita, así que le dije:
_Oiga señorita, ¿usted cree que podré verme retratado así todos los días por los próximos cuatro años hasta que renueve mi credencial?
_No se preocupe, señor, dentro de cuatro años esa foto le parecerá buena.
Me reí porque no sabía que esa mujer era bruja.