Editoriales

La ubicuidad en la cruel Mesopotamia

Las guerras más crueles de la historia se dieron en Mesopotamia. Las escrituras cuneiformes que hoy vemos con admiración, están bañadas por la sangre de los pueblos enfrentados en aquellos años. Babilonia fue la primera ciudad grande del mundo, pero los babilonios fueron desbancados por los asirios, cuyo imperio estaba perfectamente organizado, con funcionarios de responsabilidades claras, un gran ejército y una corte real. 

La mejor prueba es que la ciudad de Nínive era, en conceptos actuales, una especie de ciudad de Nueva York de los asirios, para entendernos pronto. 

Sus códigos de ética eran demasiado rígidos y ya cumplimentados con sus ritos religiosos, terminaban siendo un sistema monstruoso. Sin embargo, la crueldad era tanta que los sacrificios humanos ponían el acento en los niños, partiendo del principio que nada duele más que ver morir a un hijo. 

Aunque ese sistema evolucionó para el siglo III adC. cuando deportaban pueblos enteros para convertirlos en esclavos, los movía el interés de seguirlos dominando, pues el valor de los hombres “era elevado”.

Pero a su vez, los asirios fueron derrotados por los caldeos, pueblo al que tenían sometido. Y como usted imaginará, esos caldeos no eran cualquiera, pues inventaron las matemáticas, e iniciaron el estudio astronómico y la cronología. 

Además, en el ejercicio de la crueldad, se cocían aparte, ya que, por ejemplo, su rey Nabucodonosor destruyó Jerusalén con lujo de violencia, considerada desde entonces “La ciudad santa”. 

Pero su contraparte era Babilonia, una preciosa ciudad, metrópolis grande y pecaminosa. Su belleza no era obstáculo para estar llena de comerciantes, sacerdotes, guerreros, pero infestada de prostitutas, sacerdotes, princesas y maleantes de todo tipo. 

Entre todos comerciaban siempre, ya sea en las afueras de los palacios, de los templos y en cualquiera de las calles amplias y bien cuidadas. 

Su poderío duró por dos mil años, tiempo en que Babilonia fue la capital del mundo, y algunos de sus elementos físicos se exhiben en el Museo Pergamo de Berlín. Con el paso del tiempo, la civilización caldea comenzó a dejar vacíos de poder que los persas llenaron. Esta otra cultura persa era también interesante, pues se le consideraba un pueblo de justos, claro, en aquella época, cuando todo se decidía entre los dos ríos, el Éufrates y el Tigris.

Los persas son bien tratados por la historia porque, entre otras cosas buenas, hicieron realidad la libertad de los prisioneros israelitas. Además, los persas “inventaron” la diplomacia internacional, al sostener relaciones diplomáticas con otras culturas lejanas. 

Es interesante saber que, de entre todas esos pueblos extranjeros con los que Persia estaba relacionada, se distinguía una ciudad de Asia menor llamada Atenas, que alcanzaría la cúspide años después. 

El Persa era un imperio que iba desde los territorios actuales de Irán, Afganistán, India, hasta el Indo. Por el oeste llegaba hasta lo que hoy es Turquía, y por el sur, hasta el Río Nilo.  

Pero en aquellos tiempos la humanidad no había encontrado la forma de ubicarse desde el punto de vista de la agrimensura. Nomás para ejemplificar este concepto, debemos saber que el gobernante de Acad en tierras de Mesopotamia del actual Irak, se autonombraba por ley “soberano de los cuatro confines de la tierra”, y ni siquiera hoy sabemos cuánto medía su reino, mucho menos lo iban a saber hace cuatro mil años. Lo desilusionados que estarían ahora si supieran que actualmente los geógrafos y agrimensores, apoyados por el satélite respectivo, consideran que todo ese reino mediría la mitad del territorio actual de Bélgica.