18/May/2024
Editoriales

¿Quiero tener un millón de amigos?

_Ya tengo cinco mil amigos en Facebook, dijo mi compadre Tavo con un dejo de asombro y presunción.

Llamarle amigo a un contacto de red social es un exceso, pues un amigo es mucho más que un conocido; prueba es que la red ‘disminuye sola’, es decir, algunos supuestos amigos, de los que nunca conocemos personalmente, nos dan de baja porque necesitan abrir espacio en su Facebook para aceptar la solicitud de un amigo real.    

En Ética a Nicómaco, Aristóteles dice que la amistad es uno de los aspectos centrales en la vida; que el hombre es un animal capaz de tener amigos, siendo su característica principal. Si alguien quiere saber qué es el hombre, no puede eludir el tema de la amistad, pues como animal gregario tendemos a la convivencia, y la mejor posible siempre será la que se comparte con amigos, por tanto, el hombre feliz los necesita, pues lo hacen sentir, según Aristóteles: "O como bestia, o como dios". 

En verdad que sin amigos la vida no tendría mucho sentido. Cuando hay algún infortunio, nada hay más confortable que un amigo sufriendo con el infortunado. Si hay prosperidad llega un punto que sólo se disfruta haciendo el bien, y los amigos son el mejor campo de prácticas para ello.  

Aquí cabe la pregunta ¿acaso no es feliz quien se basta a sí mismo, sin ayuda de otro? La respuesta es: sí, pero sería absurdo que un hombre feliz se privara de disfrutar de la amistad. 

Porque la amistad nace de la convivencia. Con un amigo vamos a una conferencia, degustamos una comida, o comentamos un libro que nos encantó, o nos reunimos sin motivo aparente. 

La amistad no requiere de una razón especial. Rigurosamente, reunirnos con un amigo no nos sirve de nada, no para vivir, pero sí para ‘vivir bien’, para una vida ‘más mejor’ (sic). 

Las redes sociales han deformado el concepto de amistad, pues ciertamente existen redes de ‘amigos cibernautas’ que comparten gustos o sienten curiosidad unos por otros, pero no hay una identificación ante la falta de convivencia, y aunque puede haber amigos verdaderos entre ellos, no todos son -ni pueden ser- amigos verdaderos.

Acaso la amistad tiene el límite de la cantidad. Alguien con muchos amigos genera desconfianza, pues ‘amigo de todos, amigo de nadie’. Si se convive con una multitud de amigos, para empezar, ellos deben serlo entre sí, so pena de que se pueda pasar por momentos incómodos frente a sus propios diferendos. Además es real que al tener demasiados amigos, con unos se debe estar alegre, pero entristecerse con otros por sus particulares condiciones. Las amistades clásicas son entre un número reducido de personas pues como todo en la vida, los excesos pasan del gozo al sufrimiento.