21/May/2024
Editoriales

Qué peligrosas son las mayorías apáticas

Cuando un grupo faccioso toma el poder de una nación, la mayoría debe reaccionar organizándose rápidamente para echarlo del poder democráticamente. 

 En 1933 el grupo político – militar de los nazis de Adolf Hitler llegó al poder en Alemania y para 1935 las leyes de Nuremberg ya habían cancelado los derechos civiles a los judíos, e iniciado un programa para obtener una “raza de amos arios”. Fuera de Alemania nadie se dio por aludido; todas las naciones observaban preocupadas, pero nada hicieron. Así fue hasta septiembre de 1939 que inició la Segunda Guerra Mundial cuando Alemania invadió Polonia con el simple pretexto de que iban para exterminar a los judíos polacos. Antes nadie había movido un dedo, acaso Churchill se desgañitaba en la tribuna convocando a los ingleses a organizar una fuerza militar que detuviera a los nazis, pero no le hacían caso. Por eso el genocidio avanzó mucho, asesinando judíos o confinándolos en los famosos guetos, y tan no hubo reacción, que el gobierno colaboracionista de Vichy en Francia, tomó medidas anti judías en 1940.  

 Pretextaba para no reaccionar, que Hitler estaba invadiendo a la URSS, una nación odiada por nimiedades en Francia y pérfidamente, casi disfrutaron de la matanza de 37 mil 771 judíos en Babi Ya, Ucrania. Luego, en mayo de 1943 hubo una revuelta en el gueto judío de Varsovia con un saldo de 60 mil muertes, y a pesar de que la guerra era cruel, muchas naciones no reaccionaron como se hace en las guerras, porque hasta ese momento no las habían invadido. Para 1944 Alemania ya había ocupado Hungría, pero esta segunda guerra mundial comenzaba en 1945 a decantarse en favor del grupo Los Aliados. Fueron las ‘odiosas’ tropas soviéticas las que liberaron en Auschwitz a 3 mil prisioneros vivos, cuando ya habían asesinado a un millón de judíos en ese sitio, y los norteamericanos liberaron el otro campo de concentración grande: Dachau.   

 Luego de la rendición de Alemania, la narrativa del genocidio no corresponde a su tamaño real. Acaso se hizo ruido con los juicios de Nuremberg, con el secuestro de Adolf Eichmann por parte de agentes israelíes para ser juzgado en Jerusalén y ejecutado en 1962, así como con la persecución de los jefes nazis sobrevivientes, aunque fue tratado como un tema menor. 

 

  En el fondo, las naciones europeas no castigaron a los nazis realmente como se merecían porque tenían cargo de conciencia, pues ellas habían sido responsables del crecimiento del monstruo nazi por no combatirlo desde el principio. Siempre será más dañina una mayoría displicente, que una minoría incendiaria.