14/May/2024
Editoriales

La luna se está peinando en los espejos del río

El eclipse lunar de la semana pasada nos remitió a una de las primeras actividades lúdicas del hombre: admirar la Luna.

 Como está muy cerca de la Tierra -apenas 30 veces su diámetro- se ve del mismo tamaño del Sol, y sus diferentes fases, desde la luna nueva hasta la llena, han inspirado románticamente a miles de millones de seres humanos para dedicarle pensamientos a sus seres amados.

 Pero, como dice Carlos Castellano en sus inolvidables coplas de El Toro y la Luna, al llegar la alegre mañana la luna se nos escapa del río.

 Por eso durante las lunas azul, de sangre, súper luna y el eclipse, no queremos que amanezca porque se escapan de nuestro río visual.

 La influencia que ejerce sobre nosotros es grande, no sólo por las mareas que se forman con el fenómeno gravitacional, tan necesario para el equilibrio del Planeta, y no se desploma sobre la Tierra porque, según nos enseñó Isaac Newton, la ley de gravitación universal lo impide.

 Este científico inglés comparó la fuerza de gravedad de la tierra con las otras que actúan sobre los demás cuerpos en la Tierra. Porque todo cuerpo atrae a otro en forma directamente proporcional a sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. Es decir, que si la distancia de la luna a la Tierra fuera a la mitad, la fuerza de atracción entrambas aumentaría cuatro veces.

 Las tres leyes derivadas de este principio son: Todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento a no ser que se le aplique una fuerza.

 Esa fuerza, explica la segunda ley, es igual a la masa del cuerpo multiplicada por la aceleración que produce en él.

 Y la tercera ley es que si un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, este ejercerá una fuerza igual y opuesta sobre el primero, es decir que si tú me atraes es porque yo te atraigo.

 En realidad -una vez conocidas las leyes de la gravedad- son sencillas y fáciles de entender, sólo que en el siglo XVII fue una novedad tremenda.