24/Apr/2024
Editoriales

Los mexicanos intuímos el arte

Ciertamente, a nuestro país llegaron tarde algunas expresiones del arte. Aunque nuestro arte endémico o autóctono es bien apreciado internacionalmente, en tiempos de la posrevolución se dudaba que el público mexicano apreciara el ballet internacional que, además de danza, incluye actuación, orquesta, escenografía, mímica, y vestuarios exóticos para quienes no están familiarizados con él. 

 Por ello, cuando la bailarina rusa Ana Pávlova -Anna Pávlovna Pávlova-, el ícono del ballet imperial ruso, anunció su deseo de culminar su prolongada gira por Sudamérica, presentándose en México, hubo reacciones varias entre la sociedad capitalina. 

 Desde luego que el presidente Venustiano Carranza (mayo 1º de 1917 a mayo 21 de 1920) aceptó el ofrecimiento de la Pávlova, a sabiendas del riesgo que significaba brindarle seguridad a tan distinguida visitante, pues Rusia siempre ha sido una nación poderosa y respetada. 

 Ella viajó desde la Habana en barco, y los integrantes de su compañía de ballet tuvieron que dormir amontonados en cubierta. Carranza estaba nervioso, así que ordenó que 200 soldados se apostaran en el techo de posvagones del ferrocarril que trasladó a los artistas hasta la ciudad de México. 

 Un famoso periodista llamado Carlos Peña había criticado esa presentación, pues decía que el arte de Pávlova era aplicado sólo en obras que podrían encontrar algo frías los mexicanos, debido a que entonces el ballet mexicano estaba iniciándose apenas. Bien, pues el hecho es que el público mexicano percibió lo extraordinario en montajes como Orfeo, Copos de Nieve, La flauta mágica, Muerte del cisne. Las ovaciones del público fueron delirantes puesto que la artista tenía demasiada clase como para no ser apreciada por los nuestros. 

 Pávolva escribió después: “En países lejanos se ha dicho que hay ‘algo novedoso’ en mi danza. Sin embargo, lo que yo he hecho consiste solamente en subordinar los elementos físicos de este arte a un concepto psicológico: sobre los aspectos fehacientes de la danza –o sea de la danza per se- he intentado lanzar un velo espiritual, de poesía…” (El Universal, 1919, p.10)

 

  Marco Salazar, Dionisio Sánchez y Vicente Torres. Yo no olvido al año viejo, México, Mandares Editores, 1998, p. 23