13/May/2024
Editoriales

Nos quejamos de todo

Ayer arribaron a Monterrey los primeros aires frescos de la temporada invernal. El frente frío estaba anunciado desde hace varios días, y aunque muchos estamos “guarecidos” en casa, y no nos afecta directamente el clima, de todas formas nos quejamos por el frío.   

Repudiamos hasta lo que podría incomodarnos, como hechos, circunstancias, costumbres y personas que sentimos tóxicas, sin pensar que muchas de estas condiciones y prójimos pueden ser necesarios.

Es clásico el cuento del campesino que le pidió a Dios poder para modificar el clima y disfrutar más el ciclo de su siembra, cancelando huracanes y heladas, teniendo siempre clima templado. Le fue concedido su deseo y en esa temporada siempre hubo buen tiempo, y el campesino pasó muy cómodo todo el ciclo agrícola.

Sin embargo, la cosecha fue de muy baja calidad, pues faltaron la excesiva humedad del chubasco y el frío que extermina plagas.

Existen eventos en apariencia crueles o malos si los vemos en lo particular, pero que en lo general son buenos y hasta indispensables para la vida. Unos animales mueren para que otros sobrevivan; todo depende del ángulo desde el que se analice. 

Si se le preguntara a una gacela su opinión acerca de los leones, por ejemplo, dirían que son monstruos asesinos; pero un cazador y un niño contestarían que el león es el rey de la selva, un hermoso animal que gobierna en la jungla. O a los pájaros respecto de los gatos, o a los corderos respecto de las águilas, o a los cerdos respecto de los humanos.

Conozco personas que no soportan la idea de que la deliciosa carne que consumen pertenecía a una noble vaca, o a un indefenso cabrito. 

Y no sólo en materia de alimentación existen estas cuestiones; mientras para unos determinado suceso significa el bien, para otros, el mal. En el mundo del derecho, un fallo judicial beneficia a una de las partes y perjudica a la otra. En las competencias deportivas y en las elecciones democráticas, por cada persona que se alza con la victoria, muchas son derrotadas. Soy de los que odian visitar al dentista, pero es necesario para la salud.

Es obvio que una helada -si está dentro de los límites normales- ayuda, no sólo a los campesinos, sino también a quienes vivimos en la ciudad, por cuestiones salubres.

Pero ah, cómo nos gusta quejarnos a los habitantes de esta bendita tierra de Dios.