13/Oct/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 10 de 1810: recibe el alcalde ordinario de Querétaro, Juan de Ochoa, la denuncia del capitán Juan Arias de que había una conspiración contra el virrey y la Corona española. De inmediato le escribió al oidor Guillermo Aguirre para hacérselo saber, por conducto del capitán Manuel García Arango. 

 El mensaje a Aguirre decía: El doctor (Miguel) Hidalgo, cura del pueblo de los Dolores; el capitán (Ignacio) Allende de San Miguel El Grande; el capitán (juan) Aldama, de San Miguel El Grande; el capitán N. S.; y varios oficiales del mismo regimiento de San Miguel.  

 De Querétaro: El licenciado (Juan N. Mier) Altamirano; el presbítero José María Sánchez; el licenciado Parra; don Antonio Téllez; don Francisco Araujo; el teniente Baca; y Lojero, que tuvo cerería aquí en esta ciudad. 

 Sospechosos: el corregidor de esta ciudad (Miguel Domínguez), el licenciado Laso de la Vega, nativo de Guadalajara y avecindado aquí hace seis meses; el regidor Villaseñor Cervantes; el capitán (José Joaquín) Arias, del regimiento de Celaya que hace cuatro días se halla en ésta. La mayor parte de los alféreces del batallón de Celaya, que se halla de guarnición en esta ciudad. 

 José Martín Hurtado Gálvez, autor del libro ‘Los queretanos en la conspiración de 1810’, dice que al día siguiente haría Ochoa otra lista más amplia de los conspiradores, dando nombres, profesiones y grado de peligrosidad, en una carta dirigida al virrey. 

 Esto provocó que se anticiparan las acciones durante los cinco días posteriores, dándose las conocidas anécdotas del ‘Taconazo en el entresuelo’, la ‘carrera desbocada’ de Ignacio Pérez a San Miguel El Grande; de la ‘carrera de Juan Aldama a Dolores’, y del famoso e histórico ‘Grito anticipado de Miguel Hidalgo y Costilla’. 

 

 Muchas veces se necesita algún agente detonador de las acciones, y tal fue el caso porque otras conspiraciones se planeaban pero nunca se llevaron a cabo por falta de condiciones peligrosas que terminaron siendo la chispa que prendió la hoguera. Así nació el movimiento independentista mexicano, iniciándose el sinuoso camino que culminaría hasta el 24 de agosto de 1821, con Los Tratados de Córdoba.