Como muchos otros platillos modernos, fue en Nueva York en donde se inventaron las Papas fritas, o Patatas chips. Fue en el lujoso centro turístico Saratoga Springs, donde el chef George Crum deleitaba en 1853 (1924-1914) a sus comensales con los platillos de moda en la ciudad que sería conocida como La Urbe de Hierro. Preparaba como nadie las patatas a la francesa, famosas desde el siglo XVIII cuya receta se trajo de París el mismísimo ingeniero Thomas Jefferson, uno de los Padres de la Patria más reconocidos en la historia Estados Unidos. Cuidaba de no disminuir su tamaño para que al morderse pudiera dejar impregnada la boca con el sabor del generoso trozo que había sido vigilado ciudadosamente no sólo en sus dimensiones, sino también en el tiempo expuesto al calor.
Crum tuvo, acaso, un golpe en su ego cuando una vez, delante de todos, uno de sus distinguidos comensales dijo que para su gusto, las patatas estaban demasiado gruesas. En ese momento le nació la idea de tener otra alternativa para quienes pensaran igual, así que preparó otra versión de sus famosas patatas fritas, con un grosor tan fino que no podían ser pinchadas por el tenedor. Las llamó Saratoga chips, y como reguero de pólvora se supo del nuevo invento. Se decía que eran del mismo grosor de las hojas de papel, tostadas y con una oequeña dosis de sal, lo que le hacía un plato delicatess.
Fue tanto el éxito, que Crum se independizó y comercializó su platillo que distribuyó en los teatros y luego en la calle. El problema era el precio pues encarecía el producto la mano de obra pues pelarlas y cortarlas era difícil. Hasta 1920 en que llegó el pela-papas que abrevió el tiempo de producción, abaratando el producto, masificando su producción, tanto que las papas fritas llegaron a ser el alimento masivo de mayor aceptación del mundo, después del arroz.