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Peligros y sufrimiento en la odisea de los africanos hacia Europa

Abusos, robos, miedo, hambre, sed, violencia y a veces incluso la muerte. La odisea de los migrantes africanos hacia Europa está repleta de peligros, aunque a menudo estos los ignoren ofuscados por su sueño de una vida mejor.

- Salida -

Gambia, Costa de Marfil, Senegal, Nigeria... Todo empieza en el paí­s de origen con los intermediarios u ojeadores que deben organizar el viaje.

Su honestidad y sus precios varí­an. El candidato a la migración a menudo es engañado sobre la llegada a Europa. Muchos migrantes, sin papeles en su paí­s de origen debido a una administración deficiente, no entienden el estatuto del "clandestino" en Europa. Y los intermediarios se cuidan mucho de decirles que la imagen de una Europa donde el dinero corre a raudales es un puro espejismo.

Pese a la televisión e internet, los migrantes ignoran también la extrema dificultad del viaje: "no sabí­amos que arriesgábamos nuestra vida", explica Kanté Seku, de 27 años, que renunció al viaje tras llegar hasta Libia.

Los intermediarios piden entre 200.000 (300 euros) y 1 millón (1.500 euros) de francos de la Comunidad Financiera Africana (CFA) por un trayecto "hasta Europa" que en realidad muy a menudo termina en la ciudad nigerina de Agadez o en Libia.

- Hacia Ní­ger -

A pesar de la reciente presión de las autoridades nigerinas para poner fin al paso de migrantes, Ní­ger sigue siendo un importante punto de tránsito.

AFP / Issouf SanogoMigrantes del oeste de ífrica aguardan en Agadez, norte de Ní­ger, el 1 de abril de 2017. Esperan para viajar a Libia y desde allí­ alcanzar Europa, cruzando el mar Mediterráneo

El viaje hacia Ní­ger deberí­a ser una mera formalidad dentro de la Comunidad Económica de Estados de ífrica del Oeste (CEDEAO, grupo de 15 paí­ses con libre circulación de bienes y mercancí­as), pero policí­as y aduaneros cobran derechos de paso a los migrantes a lo largo de todo el trayecto.

Los de Burkina Faso son particularmente "voraces", según varios testigos. Migrantes como el senegalés Abdoulaye Fanne explican haber permanecido encerrados en celdas abarrotadas para obligarles a pagar.

De camino a Ní­ger, también los gendarmes cobran pequeñas "comisiones" en cada retén. Las compañí­as de autobús tienen tendencia a hacer viajar migrantes y no migrantes en vehí­culos diferentes y los gendarmes saben por adelantado qué autobuses deben controlar, según una fuente cercana a una compañí­a.

En 2016, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) contabilizó 335.000 migrantes que salí­an de Ní­ger hacia el norte de ífrica, frente a 111.000 en el sentido de entrada. Pero estas cifras son parciales, ya que la OIM solo cuenta a los migrantes que pasan por sus puntos de control, sin pretender ser exhaustiva.

- Agadez -

Es un punto de paso casi obligatorio. Desde aquí­ se sale hacia Libia o Argelia. Sin embargo, con el recrudecimiento de los controles, en el este de Ní­ger se abrieron nuevas "rutas" que parten de Zinder, más al sur, mientras que otras rodean Agadez por el oeste a partir de Dosso, según varios traficantes.

En Agadez, los migrantes son agrupados en "albergues" o "guetos" propiedad de los traficantes. A menudo son simples parcelas de terreno rodeadas por un muro. En otras ocasiones hay una pequeña casa. A veces, nada. En esos casos, los migrantes tienden plásticos para protegerse del sol. En general no hay ni agua ni electricidad.

Desde hace algunos meses, han desaparecido los guetos visibles en el centro de la ciudad mientras proliferaban en las zonas periféricas. Se evitan así­ los controles policiales y se puede salir de la localidad sin pasar por las grandes arterias, explica un intermediario.

AFP / Mahmud TurkiaInmigrantes africanos alcanzan tierra tras ser rescatados por guardacostas libios frente a la ciudad de Guarabuli, a unos 60 kilómetros de Trí­poli, el 18 de mayo de 2017

Los traficantes de personas recuperan después a los migrantes en las estaciones de autobuses, donde son agrupados por nacionalidades para evitar problemas de cohabitación. En este momento, a muchos ya no les queda dinero, entonces los mediadores se encargan de organizar por teléfono colectas de fondos a sus familias.

Mientras esperan la salida hacia Libia, los migrantes malviven en condiciones precarias. Para ganar un poco de dinero, los hombres buscan pequeños trabajos y muchas mujeres acaban prostituyéndose.

- Preparación -

Los migrantes no conocen por adelantado su fecha de salida. En general, son colocados en la parte trasera de un pick-up que lleva entre 20 y 29 pasajeros, sentados sobre bidones o maletas, con las piernas colgando por fuera.

Equipamiento obligatorio, y de pago, para poder soportar la arena y el calor: pasamontañas, guantes, gafas de sol, chaqueta, bidón de agua. Desde que la policí­a prohibió las salidas, estas se hacen hacia las 2 o las 3 de la madrugada.

En general, se reagrupan entre 3 y 5 vehí­culos para hacer el trayecto. A veces, los migrantes tienen que ir desde los guetos hasta vehí­culos ubicados fuera de la ciudad para evitar los retenes.

El viaje hacia Libia costaba entre 150.000 y 300.000 francos CFA (220 y 450 euros) hace unos meses pero los precios se dispararon tras la prohibición. Ahora la tarifa asciende fácilmente a 400.000 francos CFA (600 euros) y algunos intermediarios reclaman hasta un millón (1.500 euros), asegura un polí­tico local.

- El desierto -

AFP / Mahmud TurkiaGuardacostas libios remolcan una lancha desinflada, con los cadáveres de varios migrantes tras su naufragio frente a Garabulli, a 60 kilómetros al este de Trí­poli, el 10 de junio de 2017

"Hay 750 km y tres dí­as de carretera hasta la frontera", explica un traficante de personas que pide el anonimato. "Conducimos las 24 horas. Paramos solo para tomar un té y cinco minutos para ir al baño. Yo llevo hasta 26 personas. Circulamos en convoy, nunca solos", afirma.

"No paramos porque tenemos miedo de los bandidos y de la policí­a. Los bandidos están armados. Te pueden quitar el vehí­culo y dejarte en el desierto. Y eso es la muerte. Les ocurrió a unos amigos", agrega.

En caso de ataque, "intentamos esconder el Thuraya (teléfono ví­a satélite), enterrarlo. Disparan ráfagas. Si no hay forma de huir, yo paro. Ya me ha ocurrió, perdí­ el vehí­culo. Afortunamente, otros amigos me recogieron. Los bandidos tienen a gente en la ciudad y cuando un vehí­culo sale de allí­, les informan", añade.

"El ejércitio no dispara, te detienen y te llevan a la ciudad", explica. En ese caso, el vehí­culo es confiscado. "Es realmente un riesgo pero no tienes elección, solo tienes esto para ganarte la vida. Aunque sin riesgo no hay placer", bromea.

Para los migrantes, expuestos al sol y a la arena, la ruta es difí­cil. Hay que agarrarse para no caer y racionar las reservas. Muchos sufren vómitos en carretera y todos llegan a destino extenuados.

Es frecuente que algunos mueran por el camino. Al menos 44 migrantes, entre ellos bebés, fueron encontrados sin vida en pleno desierto a principios de junio.

"Este desierto está lleno de cadáveres de migrantes", lamenta el ministro del Interior, Mohamed Bazoum.

- Libia -

La mayorí­a de migrantes que regresan de Libia describen una anarquí­a apocalí­ptica con grupos armados que roban, explotan, extorsionan, encierran y torturan.

Varios explicaron haber estado recluidos en prisiones "privadas" y haber sido liberados solo a cambio de rescates pagados por sus familias.

Otros explican haber trabajado por sueldos miserables o en condiciones cercanas a la esclavitud. Este paí­s continúa, sin embargo, siendo un punto de paso obligatorio para subir en alguna precaria embarcación rumbo a la soñada Europa.