El género terminó ante el alza de precios en papel y tintas, los sueldos elevados y el auge de la televisión
México A finales de la década de los 50, la fotonovela era un género muy popular en Italia, después se dio a conocer en Francia, Brasil, Argentina, y a México llegó a principios de los 60 a través de César Civita y Giorgio De'Angeli, según relata el fotógrafo Antonio Caballero.
Las primeras revistas fueron "Nocturno" y "Rutas de pasión" en las que él colaboraba como "freelance"; sin embargo, había que empezar a hacer las de manufactura mexicana y el editor León Caguain se lo propuso diciéndole que se haría rico.
Era el tiempo en que la fotografía periodística era muy mal pagada. Caballero vendía cada imagen entre ocho y 10 pesos ante lo cual, poca era su ganancia, pues tenía que invertir su capital en papel y químicos para el revelado.
"Así que mi primera pregunta fue: '¿cuánto voy a ganar?', y me respondió: '¿cuántos reportajes haces a los artistas? Y le dije, 'pues muchos para Cine Mundial, Le Fígaro, Crónica, Jueves de Excélsior, Vogue, Revista de Revistas, Mañana, Siempre! y Madame, entre otras'.
"Y me propuso que les pidiera a ellos que no me cobraran, que aportaran algo al proyecto. Entonces, me dio unas hojas y empecé a escribir la fotonovela 'Hay que salvar este amor', que después corrigió su esposa, la escritora Cecilia Margolin, para luego ilustrarla con 20 o 30 fotos".
En aquella época, Antonio Caballero organizaba el festival "El cine de hoy y sus estrellas" para Pecime (Periodistas Cinematográficos de México) y de ahí invitó a los actores de moda, aunque también solicitó apoyo de quienes se preparaban en la escuela de actuación Andrés Soler.
David Silva, Norma Lazareno, Silvia Derbez, Luis Bayardo, Blanca Sánchez, Alma Muriel y Andrea Palma fueron algunos de los participantes que no cobraron por experimentar en aquella novela.
Cuando Novedades Editores vio en el proyecto una oportunidad de oro, optó por lanzar la fotonovela "Novelas de amor" y entonces sí, Caballero les dijo que debían de pagar a todos los involucrados.
"Era una editorial con mucho dinero, pues les iba muy bien con 'El Libro semanal' y 'El Libro Vaquero', así que empecé en la producción de las historias aunque, desgraciadamente, mucha gente se olvida de eso, pues le dan mayor peso a los directores Manuel de Landa y Enrique Gou, quienes también hicieron fotonovelas", contó a Notimex.
La filmación se llevaba a cabo en casas que rentaba, restaurantes o exteriores como las Torres de Satélite, el Parque Hundido, Xochimilco la colonia Nápoles, Tlatelolco y rancherías fuera de la ciudad y en Cuernavaca, Morelos. Entre dos y tres días se tardaba en preparar el contexto para tomar las secuencias.
"Las revistas tenían unas 32 páginas con aproximadamente 120 imágenes y yo tiraba por lo menos unas 300 fotografías, pues había que repetir tomas de beso, por ejemplo, pues los actores se ponían nerviosos.
Además, empecé a meter flash para acortar los tiempos de producción y de tres días de trabajo le bajamos a uno".
Al inicio empleaba una cámara Yashica Mat 124 G, después usó la Rolleiflex, que considera era la mejor de la época, aunque había quien prefería la Hasselblad, pero a él le parecía muy ruidosa y pesada al momento de la acción.
A Caballero, los escritores le entregaban el argumento y él mandaba a hacer copias para luego repartirlas entre los actores y que éstos comenzaran a entender la historia.
"Me daban 15 mil pesos y era una cantidad enorme. Con ese dinero yo tenía que pagar locaciones, alimentos, extras, material fotográfico con rollos de 120, revelado, cajas de papel y el sueldo de los actores. Al principio les pagaba 300, 500 o hasta dos mil pesos si eran artistas de buen calibre", recordó.
María Félix fue la actriz que más cobró al hacer la única fotonovela para "Cita de lujo" a través de la historia "La farsante" (Alejandra). "No me tocó trabajar con ella, sólo supe que le pagaron 50 mil pesos y se puso muy exigente. Fue la única historia que hizo".
Verónica Castro, Jorge Rivero, Enrique Guzmán fueron los actores más solicitados del momento. í‰ste último tuvo mucho pegue en su primera aparición en "Novelas de amor", en 1963. La historia se tituló "Generación Jet" y de ahí fue que el fotógrafo recibió solicitudes para retratar a otros exponentes de la época.
"Por mi lente pasaron Carlos Riquelme, Lucía Guilmáin, Lacho Salinas, Claudia Islas, Olga Breeskin, Carmen Montejo, Anel Noreña y Cesar Costa. A todos les decían que eran la Generación Jet de Antonio Caballero".
Debido al buen arranque, la misma editorial lanzó la fotonovela "Capricho" y editorial ELE Ediciones que nació como competencia proponiendo al lector las revistas "Cita..." y "Chicas". Para ese tiempo, Manuel Vigil también publicaba la primera fotonovela a color titulada "Linda".
"Después, con Yolanda Vargas Dulché hicimos 'Amiga' y le invertimos más a la producción, pues me daban más dinero y decidí llevarme a los actores a Acapulco, Guerrero y Michoacán. En este último estado hice una novela con Verónica Castro".
La competencia entre editoriales se hizo férrea, pues debido a que el público las empezó a consumir en demasía, el siguiente paso fue pelearse a los elencos.
"Entonces, comenzaron los contratos de exclusividad con sueldos muy altos para ellos y, de pronto, todos querían trabajar con Manuel de Landa o conmigo, pues sabían que las fotonovelas estaban siendo un gran trampolín para saltar al cine o la televisión.
"Así como había cierto pique con Manuel de Landa, también había reconciliación porque hicimos la fotonovela 'Cristo 70' que fue una producción alterna con cine y protagonizada por Carlos Piñar.
Filmamos en Tepozotlán, Estado de México, bajo la dirección de Alejandro Galindo para la revista 'Cita...'".
"Nocturno" de Novedades Editores, dijo, intentó hacer "El derecho de nacer" y grabaron en San íngel, "pero por cuestiones de dinero ya no se llevó a cabo la fotonovela y me quedé con mucho material".
Así, Antonio Caballero destacó como productor y director de fotografía en "Rutas de pasión", "Bonita", "Novelas de amor", "Novela musical", "Capricho", "Linda", "Cita...", "Chicas" y "Amiga".
"Entre todas se imprimía un millón de ejemplares, por lo que llegaban a leerlas de seis a 10 millones de personas, ya que iban de mano en mano. También se les sacaba utilidad cuando las tiraban a la basura y los pepenadores las apartaban para venderlas por kilo o como reventa de libros o revistas usadas".
De acuerdo con Caballero, las fotonovelas más representativas terminaron a mediados de la década de los 80 debido al alza de precios en papel y tintas, así como los altos sueldos que se pagaban a los actores.
"Vino el declive del género y dejó de ser negocio para las editoriales que lucharon hasta el último momento. Sin embargo, el peor enemigo fue la televisión que poco a poco llegaba a más familias. La conclusión significó una depresión para todos, básicamente para los artistas que ganaban más que los demás.
"Hoy recuerdo la experiencia y agradezco por haber tenido esa oportunidad, porque gracias a las fotonovelas pude hacer lo que más anhelaba en la vida, que los actores consagrados trabajaran bajo mi dirección", concluyó.
Gran parte del material de Antonio Caballero se perdió tras el sismo de 1985 en la Ciudad de México, ya que su estudio se localizaba en el primer piso de un edificio ubicado en ílvaro Obregón y la zona había sido devastada. En la cajuela de su coche procuró guardar lo poco que rescató.
Antonio Caballero ha expuesto su obra en Corea del Sur, España, Italia, Estados Unidos y Canadá. En 2006, el Museo de Louvre en Francia, adquirió una serie de imágenes con la temática de sus fotonovelas.