Internacional

En la guerra política en Venezuela, un partido está en la línea de fuego

CARACAS  - Fotos de héroes polí­ticos mundiales como Nelson Mandela y Mahatma Gandhi reciben a los visitantes que llegan a la sede del partido venezolano Voluntad Popular.

Mirándolos a ellos, una figura de cartón de tamaño real del fundador y lí­der del partido, Leopoldo López, recluido en prisión desde el 2014, levanta su puño desafiante.

El mensaje que quieren proyectar es claro. Voluntad Popular (VP) encabeza la lucha contra la "dictadura" venezolana y por ello es el que sufre una mayor represión entre los partidos opositores.

El presidente Nicolás Maduro tiene una narrativa diferente: el partido, fundado en un estadio deportivo en el 2009, es un tí­tere financiado por el Gobierno de Estados Unidos, que busca derrocarlo promoviendo la violencia callejera.

Algunos dirigentes más moderados de la oposición también han criticado las tácticas de Voluntad Popular, que van desde huelgas de hambre y encadenamientos hasta protestas callejeras. Las consideran tácticas instigadoras.

Maduro anunció este mes la creación de un "Comando anti golpe", una unidad militar que tiene en la mira a VP.

"Hay una organización que no merece ser calificada como partido polí­tico, se trata de una organización que se ha venido forjando a la sombra del terrorismo, de las acciones violentas, se trata de Voluntad Popular", dijo el vicepresidente del paí­s, Tareck El Aissami, quien lidera ese comando.

En sus primeros dí­as, el "Comando anti golpe" apresó a cuatro miembros de ese partido, entre ellos, a un diputado suplente y a su novia quienes fueron detenidos en un puesto de control de una carretera cuando viajaban de vacaciones.

La pareja resultó acusada de transportar armas de guerra y explosivos -que el partido dice fueron sembrados-, pocas horas antes que otros dos activistas regionales de la misma organización polí­tica fueran también apresados por presuntamente conspirar.

Los arrestos elevaron a 13 el número de miembros de VP actualmente tras las rejas -la mayor cifra entre las organizaciones de oposición-, lo que al interior del partido es interpretado como una ola de represión en su contra orquestada por el Gobierno de Maduro.

DESOBEDIENCIA CIVIL

Voluntad Popular cree que ya es tiempo de asumir la desobediencia civil, dado que la oposición no consiguió activar un referéndum en el 2016 para revocar el mandato de Maduro, al que responsabilizan de la grave crisis que sufre el paí­s.

Otros de los casi 30 partidos que componen la alianza opositora prefieren presionar por nuevas elecciones.

"El Gobierno, la dictadura, hace invivible a la gente el paí­s. Y el paí­s tiene que hacerle la vida invivible al Gobierno", dijo Freddy Guevara, un ex dirigente estudiantil de 30 años, quien funge como la cabeza del partido, en ausencia de López y otros de los lí­deres que están en el exilio.

"Y eso implica movilizaciones, marchas, concentraciones, paros, huelgas de hambre, dejar de pagar impuestos, desobediencia civil", agregó Guevara a Reuters en un café, justo cuando El Aissami lo denunciaba como "terrorista" en un discurso transmitido por la televisión estatal.

Su partido tiene buen apoyo entre los votantes más jóvenes. Pero en el 2014 vieron erosionar esas simpatí­as al promover una campaña de protestas callejeras contra Maduro que llamaron "La Salida" y que devino en la detención de López, acusado de incitar la muerte de 43 personas que dejó la violencia en esos dí­as.

Esas protestas no ganaron el apoyo de la población más pobre, que padece la crisis económica, y más bien unificaron a las facciones del Gobierno contra el enemigo común.

"Fue un error fatal que nos retrasó varios años", dijo una prominente figura de oposición que pidió proteger su nombre para no azuzar aún más las tensiones dentro del grupo.

Nuevas protestas de calle surgieron el año pasado y apenas estaban tomando mayor fuerza cuando la alianza de partidos de oposición resolvió participar en un controversial diálogo con el Gobierno, bajo la mediación del Vaticano.

Las protestas se detuvieron y las conversaciones, a las que Voluntad Popular se negó a asistir, fracasaron.

El Gobierno no cedió en la petición de la oposición de liberar a más de 100 "presos polí­ticos" argumentando que los activistas están encarcelados por crí­menes legí­timos.

La próxima elección presidencial en Venezuela está pautada para fines del 2018, y Voluntad Popular teme que Maduro busque ilegalizarlos y deje en prisión a López, uno de los lí­deres con mayor apoyo popular, según sondeos privados.

El dos veces candidato presidencial de oposición, Henrique Capriles, del partido Primero Justicia, podrí­a también quedar fuera de la carrera electoral, una vez que le abrieron este mes una investigación por corrupción.

Voluntad Popular parece ser el partido con más recursos y estrategias para difundir los mensajes desde la oposición: con muchos amigos poderosos en el exterior y la cara de la famosa esposa de López, Lilian Tintori, una rubia campeona en deportes extremos que devino en una activista de derechos humanos.

Maduro los acusa de ser el partido de "ultraderecha" elegido por el Gobierno estadounidense para luchar en su contra, pero Guevara define a VP como una organización "progresista", cercana a las ideas de la tercera ví­a del lí­der británico Tony Blair.

"Dedican horas y horas y horas para vilipendiarnos, pero el respaldo al partido lo que hace es aumentar", dijo un sonriente Guevara. "Es una consecuencia lógica: si todo el paí­s odia a Maduro y Maduro nos odia a nosotros, la gente nos quiere".