13/May/2024
Editoriales

Los discursos deben ser breves

Este enunciado debiera escribirlo muchas veces hasta aprendérmelo, pues suelo desconectar el verbo del reloj y termino aburriendo al auditorio. 

Cuando estudiábamos la educación primaria en los años cincuenta, era común que el maestro nos pidiera que escribiéramos una plana o dos en determinados casos, con la frase que pretendía incorporar a nuestra memoria y cultura.

La idea era que al escribirlo muchas veces se nos quedara grabado el mensaje de la frase, pero la educación se fue modernizando para dar paso más al entendimiento y menos a la memoria, aunque debo reconocer que a mi edad ese tipo de ejercicios -escribir lo que quiero memorizar- me sigue dando más o menos buenos resultados.

A finales de esa década llegó al poder en Cuba Fidel Castro Ruz, un personaje al que, en principio muchos mexicanos admiraban, pero sus discursos eran larguísimos y poca gente tenía la paciencia de escucharlos completos.

Obviamente Fidel era un fogoso orador que improvisaba sus alocuciones, y como pronto se convirtió en dictador, su popularidad menguó entre los escuchas.

En los actos públicos es común acotar los tiempos de las participaciones orales para que no suceda esto, por lo que se recomienda escribir el mensaje, aunque el costo es que pierde el indiscutible impacto que da una disertación improvisada.  

Una anécdota adjudicada a Luis XIV `El Rey Sol’, que reinó Francia por largos 72 años, dice que el monarca llegó a una población de sus vastas tierras a deshoras y traía hambre.

Lo primero que hizo fue sentarse a comer y el anfitrión en turno -en todos sus dominios se turnaba el honor de recibir al rey cuando los visitara- que era un noble local, quiso adornarse con un discurso de bienvenida.  

En su alocución, dijo algo así: _Respetable Majestad, desde que nuestros primeros padres Adán y Eva vivían en el Paraíso…

Luis XIV lo interrumpió diciéndole:

Estimado amigo, iniciaste tu discurso desde muy lejos y yo tengo mucha hambre. 

No esperaré hasta que llegues a nuestros tiempos, así que imagino a Adán y Eva satisfechos por haber comido a estas horas, así que, siendo las cuatro de la tarde declaro iniciado el banquete…