09/May/2024
Editoriales

Los saqueos – hackeos- de bellos colores

Es inexplicable hasta ahora cómo llegó El Penacho de Moctezuma a Austria. México ha reclamado tanto la valiosa pieza arqueológica, que el gobierno australiano ha respondido cada vez con respuestas más débiles. 

Ante el reclamo del año 1991, sólo balbuceó que no puede regresar esta joya que supuestamente Moctezuma obsequió a Cortés, porque la pieza ¡no resistiría las vibraciones de un vuelo hasta México!  

Francia exhibe en sus museos muchas piezas valiosas africanas, y aunque ha dicho el presidente Macron que las regresará a sus respectivos países, todo ha quedado en promesas. 

Estos hechos son graves porque admiten inaceptables robos explicables -que no justificables- por la avaricia del conquistador que arrasa con vidas y construcciones de los países dominados.   

Sin embargo, hay otros atropellamientos que son inexplicables pues el conquistador no obtiene ninguna ganancia. Veamos un ejemplo.

En 1259 hubo una importante batalla que ganó el nieto de Gengis Kan, llamado Hulagu Kan: la mítica ciudad de Bagdad, capital de los califas abasíes cayó en sus manos.

Y este Kan disfrutaba de su terrible fama, así que se sintió ‘obligado’ a que llegaran noticias suyas a Mongolia congruentes con su temible nombradía. 

Este mequetrefe dio terribles instrucciones a su tropa: ¡arrasen con todo!

Asesinaron sin piedad a miles de habitantes inocentes de la gran ciudad, y al Califa lo envolvieron en una alfombra para luego ser pateado por los caballos hasta que murió.

Eso de la envoltura fue porque los mongoles creían que ofenderían a la tierra si se derramaba en ella sangre real.

Así que, realizada la ‘pulcra’ ejecución, tocó el turno a la Gran Biblioteca, misma que fue destrozada y todos sus libros lanzados al río Tigris.

Eran tantos volúmenes de libros, que se decía que se podría atravesar el río a caballo, el cual, según la crónica árabe, “corría negro de la tinta de los estudiosos y rojo de la sangre de los mártires”. 

Regresó Hulagu Kan a su país con las manos vacías pero platicando sus proezas militares.  

Una de las ventajas que tenemos los actuales humanos, es que la electrónica permite que los libros se salven de semejantes brutalidades, aunque los humanos seguimos siendo presas fáciles de los depredadores.

Claro que ahora hay otro tipo de rapacidades, como son los hackeos de tesoros guardados en archivos electrónicos, que los cometen hermosas aves de colorido plumaje, fáciles de identificar por su belleza, llamadas Guacamaya.