
Esta guerra marca el fin de la Edad Media en Inglaterra y el comienzo del Renacimiento. Inició en 1455 cuando el duque de York atacó al rey Enrique VI de Inglaterra. Se trató de una guerra nobiliaria entre las dos ramas de la dinastía Plantagenet. Tanto los Lancaster como los York aspiraban al trono de Inglaterra, y el nombre de esta guerra viene de que la casa York tenía como emblema la rosa blanca, mientras que los Lancaster, la rosa roja.
El duque de York buscaba que el rey Enrique VI de Lancaster no tuviera ciertos consejeros y aprovechando que las fuerzas del rey no estaban bien preparadas, atacó alzándose con el triunfo militar. Y la Casa York intentó restaurar el orden en Inglaterra dictando unas reformas que, al contrario, provocaron una guerra que duró tres décadas. Ricardo, duque de York ciertamente había vencido a Enrique VI, pero hubieron de pasar seis años antes de que su hijo Eduardo accediera al trono, cuando derrotó a Enrique VI, ahora en la batalla de Towton.
En 1470 Enrique recuperó el trono, pero poco le duró el gusto pues murió un año después. Eduardo VI regresó a ser rey, pero cuando murió, el duque de Gloucester, Ricardo, encerró a los dos hijos del finado Eduardo VI y tomó de nuevo el poder, convirtiéndose en Ricardo III. Sin embargo, gobernó poco, pues fue derrotado por Enrique Tudor en 1485. Este Enrique Tudor fue más listo que sus antecesores, ya que puso fin a las luchas casándose con Isabel de York, hija de Eduardo IV, y para borrar las peleas, se auto bautizó con el nombre de Enrique VII. El gran Shakespeare dedicó una de sus obras de teatro a Ricardo III. En esa obra aparece el monarca como un hombre dispuesto a todo con tal de acceder al trono. Ah, si Shakespeare viviera hoy, tendría grandes candidatos a ser sus personajes teatrales.