Editoriales

La importancia de tener profesores preparados.

De niños nos asustaban los truenos y los relámpagos

Nos preguntábamos qué eran los relámpagos, y como no teníamos libros de consulta ni existía Google, inquiríamos a los maestros, pero ellos evidentemente tampoco sabían.

En la secundaria ya había profesores de otro nivel. Un día le pregunté el origen de los relámpagos (del latín relampadare) al profesor Damián, de la Secundaria Número Uno Moisés Sáenz Garza. Como si se hubiera preparado para esa pregunta, recitó de corridito que se trataba del flujo de electrones producido por la separación de las cargas eléctricas de las nubes. La negativa se acumula en la parte inferior y la positiva en la superior.

Y una vez que la carga negativa vence la resistencia del aire, lo que se da a unos 18 mil voltios, comienza un flujo de electrones a descender zigzagueando rumbo a la tierra. Cuando se aproximan los electrones a la tierra, se acumulan en ésta cargas positivas, que usan cualquier objeto conductor para ascender. Estos objetos pueden ser árboles, edificios o incluso, personas. Así inician los relámpagos en serie, que son un cortocircuito gigantesco, como si fueran juegos pirotécnicos. Dijo que en una milésima de segundo la corriente pasa de unos 10 mil amperios a 200 mil.

El flujo de las partículas es descendente, pero el contacto entre el chorro de la nube y el de la tierra asciende a 80 mil kilómetros por segundo. El espectáculo es hermoso pero respetable, pues el contragolpe calienta el aire a unos 50 mil grados centígrados. Cada metro de aire caliente en el canal del rayo brilla tanto como si fuera un millón de bombillas de 100 valtios. El relámpago es precisamente el brillo del contragolpe ascendente, y a simple vista da la impresión de ser al revés, como si descendiera. El rayo es la descarga eléctrica. Claro que esto tampoco se lo entendimos al profe Damián, pero al menos sabía y nos entusiasmaba a estudiar para comprender los fenómenos naturales. Qué importante es la labor de un buen profesor