12/May/2024
Editoriales

Cuentete. La hormiga y la cigarra

Érase que se era un par de amigas originarias del área metropolitana de Monterrey, que decidieron irse a vivir a Europa, hasta donde llegaron viajando de coladas en un barco mercante que salió del puerto de Altamira, el más cercano en su país.

Ellas eran una Hormiga, y una Cigarra, cuyos nombres no debo revelar porque podría demandarme el fabulista La Fontaine.

Luego de no pocas peripecias llegaron a una ciudad moderna de la Costa Azul, al sur de Francia, y como era temporada de verano, había mucho movimiento turístico, bares y restaurantes hacían su agosto en el mes de agosto.

Hete aquí que la hormiguita, conforme a su naturaleza regiomontana, se dedicó a trabajar sin descanso, con el objetivo de almacenar alimentos para el invierno.

Ni una sola tarde descansó ni para degustar la tibia brisa pues la temperatura, cuando entró septiembre, era entre 26 y 30 grados centígrados, y no probó siquiera una fría cervecita con sus amistades, aunque en realidad las pocas que tenía, las había dejado en Monterrey.      

Mientras, la Cigarra, más acostumbrada al ambiente turístico porque ella había nacido en Chipinque, se la pasaba cantando con nuevos amigos en los bares y restaurantes de la Ciudad.

No desperdició un minuto en cosas serias, se aprendió nuevos chistes y deleitaba a todos contando las cosas que hacían los regiomontanos para no gastar su dinero.

Aprovechó las mañanas soleadas, bailaba ante la primera nota musical que llegaba hasta ella, bebía a pastos disfrutando muchísimo, como si fuera el último día de su vida, y siempre cantaba con mucho entusiasmo.

Así pasó el otoño y comenzó a enfriar; durante el día había 10 grados y en las noches entre 5 y 6 grados centígrados. Pero seguido llovía dando una sensación térmica más fría.

La Hormiguita estaba presurosa acarreando más y más alimentos hasta que ya estaba exhausta y con frío, así que se metió a su pobre guarida que había llenado hasta el tope de comida.

Apenas buscaba una película en Netflix, cuando escuchó su nombre desde la calle, abrió la puerta y se sorprendió con el espectáculo:

Era su amiga de Monterrey, la Cigarra, que conducía un precioso auto Lamborghini y traía puesto un súper abrigo de piel, que le dijo casi sin saludarla:

_Hola Hormiguita linda, qué gusto verte! Quiero avisarte que me voy a pasar todo el invierno en París, pues asistiré en Navidad a una elegante cena. 

Te quiero pedir un favor: ¿Podrías cuidarme mi casa mientras regreso?

_Claro que. Sí, para eso somos amigas, sólo explícame ¿qué sucedió? ¿cómo conseguiste dinero para comprar ese lujoso auto y para el abrigo caro que traes?

La Cigarra respondió:

_ No pienses mal, hace diez días cantaba yo en uno de los bares del malecón y estaba entre los parroquianos un representante artístico francés al que le agradó mi voz.

Para no hacértela muy cansada, la semana pasada firmé un contrato con él para presentarme en varios shows en París.

Y por cierto, ya que me vas a hacer el favor de cuidarme la casa ¿ocupas que te traiga algo de París?

_Claro, te voy a pedir algo a cambio amiga querida, y es que busques por allá al señor La Fontaine (el fabulista del cuento original) y le digas de mi parte, que vaya a Chihuahua a un Baile, ¡méndigo viejo mentiroso!