Editoriales

Pushkin

El escritor ruso Alexander Pushkin (Moscú 1799 – 1837) es uno de los tres mejores exponentes de las letras rusas.  Incluso se le conoce como el padre de la literatura rusa moderna. Su estilo narrativo tanto en novelas y cuentos de dramas o sátiras terminó siendo escuela y referencia para los grandes autores de su época. Hablamos de un país que tuvo en esos tiempos a personalidades como el ingeniero Dostoyevsky, a Tolstói y a Gógol, gente mayor de las letras universales con reconocimientos y obras publicadas en muchos idiomas. 

Pushkin casó con una bella mujer llamada Natalia, con quien procreó cuatro hijos. En su familia había un tal Georges dÂnthes, quien era su cuñado y corría la especie entre la sociedad de San Petesburgo de que entre este amigo y Natasha había un romance y esa supuesta aventura dejaba muy mal parado a Pushkin. 

Ante semejante agravio, el escritor retó a muerte a su cuñado, y el 9 de febrero de 1837 se batieron en duelo con padrinos y toda la cosa. Una vez leídas las reglas del duelo, caminaron los pasos acordados y el genio de las letras recibió el primer impacto de bala, pero contestó casi inmediatamente dando también en el blanco.

dÁnthes recibió el golpe de plomo en un brazo, mientras que Pushkin fue alcanzado en el vientre. La medicina de aquel tiempo era muy precaria, las sanguijuelas que le aplicaron los médicos le dieron cierto alivio y el opio un poco más, pero los facultativos que lo atendían coincidieron en que el autor de la novela en verso Eugene Onegin moriría en medio de tremendos dolores. Pushkin suplicó que le dieran sus pistolas para terminar con esos dolores privándose de la vida, pero en cambio le ofrecieron los sacramentos. Cuando tenía apenas 39 años cumplidos testó en favor de Natalia y sus cuatro hijos. Antes de morir recostado en un sofá de su casa el 12 de febrero de 1837, murmuró a su querida esposa: “La vida se ha acabado”, no sin antes recordar su poema sin título que dice: “¿Y dónde me citará el destino con la muerte?/ ¿en la batalla, en mis viajes o en los mares?”. 

A su muerte, el zar Nicolás I pagó sus deudas y le concedió a su esposa una pensión. El tal Georges d’Anthes fue desterrado, y lo triste de esta historia es que los chismes nunca han terminado bien. Porque al poco tiempo se demostró que no hubo tal infidelidad de su esposa, sino que era tanta la envidia que despertaban entre los hombres él, y entre las mujeres ella, que alguien urdió cómo vengarse de tan exitosa pareja, inventando ese flirt que terminó siendo un rumor a voz en cuello. El mundo perdió de esa estúpida forma un talento que pudo darle muchas más satisfacciones y motivos para vivir.