Editoriales

La triste vida de Cervantes

La gloria de la literatura española Miguel de Cervantes Saavedra fue liberado en Argel por sus secuestradores. El máximo exponente de las letras españolas iba de regreso de Nápoles a España cuando el 26 de septiembre de 1575 una flota turca los apresó a él y a su hermano Rodrigo. Es que Miguel llevaba las cartas de don Juan de Austria y del duque de Sessa, lo cual hizo pensar a los secuestradores que se trataba de un personaje por el que podían pedir rescate grande, así que fueron trasladados a Argel. Cuatro años antes, en la batalla de Lepanto, Cervantes había participado heroicamente como soldado en la batalla que marcó el declive del poderío turco, pero desafortunadamente un disparo de arcabuz en el pecho y el brazo izquierdo le hizo perder la movilidad de éste, por lo que fue llamado “El manco de Lepanto”. 

En esta nueva aventura, permaneció preso en Argel hasta que en 1580 logró pagar el rescate. Regresó a Madrid y encontró a su familia en la ruina, por lo que se dedicó a hacer encargos de la corte por unos años. A los 37 de vida, casó con Catalina Salazar y en 1585 publicó La Galatea. Nunca fue un hombre de caudales, y sin dinero para vivir fue comisario de abastos y recaudador de impuestos para la Armada Invencible. La ventaja es que este trabajo le permitió entrar en contacto con el pintoresco mundo real que reflejaría en su obra maestra El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que apareció en 1605, diez y seis años después de la liberación comentada. Aunque el éxito de esta obra fue inmediato para nada le sirvió pues nunca salió de la miseria, así que en 1606 regresó a dedicarse a la literatura. Luego publicó Novelas Ejemplares en 1613, el Viaje del Parnaso en 1614, y Ocho comedias y ochos entremeses en 1615. Antes de su muerte, en 1616, envió a imprenta su segundo tomo de El Quijote. Dedicó los últimos meses de su vida a la novela itinerante Los trabajos de Persiles y Segismunda, de publicación póstuma en 1617, pues murió el 22 de abril de 1616. Uno de los mensajes de este texto, es que si el gran Cervantes no pudo vivir bien de la literatura, qué pueden esperar los literatos normalitos, ya no digamos los que escribimos crónicas.