16/Apr/2024
Editoriales

Educación y Democracia

Es un hecho comprobado por la historia que para que un sistema democrático liberal tenga plena vigencia se requiere que los integrantes de aquella parte de la población a quienes se les otorgue el derecho a ejercer su voto por el poder polí­tico, tengan un nivel de ingresos y de educación suficiente.

Aún desde la democracia antigua, que no era nada liberal, se sintió la imperiosa necesidad de instruir a los votantes, por lo que se instalaron en las calles unos asesores llamados "sofistas" o sabios, que cobraban por asesorar a los ciudadanos más humildes, como pescadores y artesanos, en los conocimientos necesarios para que pudieran ejercer su voto a su propia conveniencia.

En la democracia liberal moderna se les empezó a reconocer el derecho al voto a quienes pagaban los impuestos, que eran los propietarios de bienes raí­ces rurales o urbanos, quienes, por su misma posición, estaban en condiciones de adquirir cierta educación. En el lapso de un siglo, de 1815 a 1916, los paí­ses de Europa Occidental y Norteamérica fueron aumentando gradualmente el porcentaje de votantes del 10% hasta el 100%, cuando iban alcanzando los niveles de vida y educación necesarios. Japón, que en su famosa í‰poca Meiji de 1868 a 1812 ascendió por sus propios esfuerzos hasta la democracia liberal, apreció tanto la educación que para 1907 ya no quedaba un analfabeta en todo el paí­s. El Almirante Togo, quien en 1905 derrotó a la Armada Imperial Rusa, sólo aceptó como premio el tí­tulo de "Maestro de Escuela Primaria".

Así­ que la educación generalizada en el pueblo es condición necesaria para ejercer la democracia, pero ¿Es suficiente? No, como lo demuestran los casos de Cuba y de la antigua Unión Soviética y todos sus "satélites", pues en esos paí­ses todo el pueblo se educaba, pero eso no lleva ni llevó a la democracia ¿Qué les faltó? Pues que la educación sea liberal, es decir que termine de educar a la niñez y juventud inculcándole una moralidad pública que proclame la libertad, la igualdad y la fraternidad, principios que les deben de haber enseñado en sus propias familias. Así­ que la educación tiene un requerimiento doble: Extensión y Calidad, es decir que se extienda a todo el pueblo y que inculque principios liberales de moralidad pública.

Aquí­ en México, y en muchos otros paí­ses del Tercer Mundo, tenemos un problema especial y sin antecedentes históricos de cómo resolverlo: La Constitución de 1917 les "otorgó" derecho al voto al 100% de los hombres adultos, aún cuando el 90% de ellos eran campesinos analfabetas. Por este hecho el gobierno hubo de organizar a esos votantes en grandes "Centrales" campesinas, obreras y "populares". Ese sistema se fue imponiendo desde entonces y funcionó bastante bien de 1940 a 1970, durante el "crecimiento sostenido" de la "monarquí­a sexenal", cuando la clase media subió del 10% hasta un 30% de una población mucho mayor, por lo que a partir de 1968 este sistema "se enfermó" y a partir de mayo de 1987 tuvo que ir cediendo ante una incipiente democracia, que logró: A) Una cierta división del poder por funciones y niveles; B) Cierta libertad de expresión y de prensa; y C) Control ciudadano de la organización y celebración de las elecciones.

Sin embargo, ni aún durante la Alternancia Panista se logró quitarles la indebida fuerza polí­tica de los grandes sindicatos "nacionales", tales como los de PEMEX y de la Educación, siendo este último el obstáculo principal para lograr una sustancial mejorí­a en cuanto a mejorar la calidad de la educación, sobre todo en inculcar los principios de moralidad pública: La corrupción que usurpan por su indebida fuerza polí­tica, con la que "apoyan" a los gobiernos que los toleran, incapacita a los lí­deres, aunque no a muchos buenos maestros, para predicar dichos principios.

Atte.- JVG.- 23-03-16