Editoriales

Diez de Mayo

¿Ahora en que nos vamos a mover? Me dijo Jorge Peña cuando se descompuso el vehículo que traíamos en la madrugada del diez de mayo de algún año a principios de los sesenta. 

No lo sé, le dije, y apenas llevamos dos serenatas; se me hace que esto ya valió... Los camiones no daban servicio en las madrugadas, casi no había taxis en Monterrey, y Metro ni en sueños. Así que estábamos a punto de soltar el llanto, cuando providencialmente apareció en la esquina de Tapia y Jiménez, Ramiro García con la camioneta pick up de su hermano en la que holgadamente cabíamos todos, incluyendo nuestras guitarras.

 

Éramos además de Jorge, un sobrino de él, y yo. Somos amigos desde la secundaria, y de vez en cuando nos vemos pero con mucho gusto. La participación de Jorge era indispensable pues además de ser la primera voz y acompañamiento, llevaba a su sobrino que tocaba el requinto. Me invitaban a formar parte del conjunto más que por mi voz, por la facilidad de conseguir en qué movernos. Todos nos reuníamos ex profeso sólo unas horas al año, las previas a las serenatas del día de las Madres. No entonábamos muy bien que digamos, pero a nuestras mamás y a las de los amigos que despertábamos, les encantaba.

 

Últimamente me he sorprendido tarareando aquel viejo repertorio de canciones entre las que destaca una inédita, compuesta por otro amigo que vivía en el barrio del mesón estrella. Me la se toda y no se las canto, porque estoy cierto que interrumpen esta lectura; y es mi interés lo contrario. 

 

Si se pudiera regresar el tiempo, yo pediría que hoy fuese el diez de mayo de 1962; (...o 61, o 63). Cómo quisiera volver a sentir aquella emoción de salir de la casa paterna a las siete de la tarde del día nueve. Conseguir transporte, reunirme con mis amigos, ensayar un par de horas y llegar a casa en la madrugada cantándole a mi mamá Gaby su buena serenata desde la banqueta. Y era así porque mi padre cerraba con candado la reja de la cochera y era de mal gusto (y peligroso por unas trampas anti – robo inventadas por él), brincarnos todos.

 

Debemos agradecer a quien ideó el festejo del día de las madres; porque en el año de 1922 el periodista de “Excelsior” Rafael Alducin impulsó su institucionalización. Ese gran periódico publicó por primera vez la convocatoria para su celebración. Se intentó que los hombres llevaran prendido en la solapa y las mujeres en el vestido un clavel blanco para quienes tuviesen viva a su madre; y uno rojo para los huérfanos. Esa propuesta se diluyó pronto, tal vez por la imposibilidad de conseguir una flor de ese tipo para todos.


La idea original de la celebración del día de las madres no es mexicana, sino sajona. En la Inglaterra del siglo XVII ya se celebraba el día “domingo de servir a la madre”, y se tomaba libre esa fecha para convivir con ella. En Estados Unidos, Ana Jarvis –huérfana en 1905-, inició una campaña para institucionalizar el día de las madres consiguiendo que el Congreso norteamericano aprobara a partir de 1914 la celebración de una fiesta nacional con ese motivo. Ahora ya es costumbre mundial. En España, por ejemplo, se festeja el primer domingo de mayo, reuniéndose toda la familia, y obsequiando a su madre flores u objetos personales. 

En Suecia festejan el último domingo de mayo en forma sencilla; son solo los niños quienes regalan flores y cantan una melodía llamada “Mamá”. En Egipto, el 21 de marzo los hijos las festejan sacándolas de la cocina a comer fuera de casa. En la Francia, el segundo domingo de mayo, les regalan flores o chocolates a las madrecitas. Acá en América Latina, Perú, Ecuador, Honduras y Colombia lo celebran el segundo domingo de mayo. Costa Rica el 15 de agosto y Argentina el tercer domingo de octubre; mientras que en Bolivia el 27 de mayo. Sólo El Salvador y Guatemala festejan a las madres el 10 de mayo, igual que en México.

 

No importa la nacionalidad ni el idioma; un hijo comienza a hablar pronunciando la palabra “mamá” porque para él, ella es todo. Como Dios no pudo estar en cada hogar, puso en su representación a una madre. Los alemanes le dicen mutti; los checos y polacos matka; los árabes umm; los griegos mitera; los holandeses mama; los hebreos ima; los franceses le dicen maman; los portugueses mae; los italianos mamma; los japoneses okaasan; los suecos y los daneses mamma; los ingleses y gringos mom; los finlandeses äiti; los húngaros anya; los chinos mama; los náhuatl nantli, y los turcos anne.

 

Regresando a la tradición de las serenatas mexicanas, en mi casa aún pervive, pues le cantamos al que cumpla años y desde luego a las madres en su día; porque la madre siempre será el mejor elemento de cohesión familiar. Su corazón es siempre el corazón del hogar, dijo Juan Pablo II. Gracias a la madre los seres humanos nos desarrollamos en todos los aspectos, pues no existe mejor transmisor de la cultura, idioma y principios morales que una madre. Quienes conocimos a la madre que nos dio la vida, y ya no está presente, debemos darle gracias a Dios por el tiempo que la disfrutamos. 

 

Quienes tienen la dicha de conservarla, les deseo que la disfruten mucho, pues al paso del tiempo, cuando ya no la tengan, los de ella serán sus más hermosos recuerdos y el motivo de inconmensurable alegría. Bien dijo el poeta: “En el jardín de mi vida, la mejor flor es mi madre”. 

Feliz día de las madres.