17/May/2024
Editoriales

Las noticias siempre encrespan los nervios

Don Benito Juárez fue un hombre grandioso, aunque su estatura física era reducida, su capacidad intelectual y arrojo asombraron al mundo.

Cuando México fue invadido -en 1862- Juárez nunca mostró temor, ni siquiera al verse perseguido por las tropas napoleónicas a las que esquivó desde 1863 hasta 1867.        Acaso la única noticia que tenemos acerca de un Juárez nervioso, fue cuando el 5 de mayo de 1862 estaba instalado en su oficina de Palacio Nacional, sabiendo que la República se batía en la Batalla de Puebla.

Estaba consciente de que el ejército francés era catalogado como el mejor del mundo, pero confiaba en el general Ignacio Zaragoza y nunca le merecieron respeto los fatuos, como el conde de Lorencez, jefe militar de los invasores. 

Ignacio Zaragoza se apoyaba en militares de la talla de Porfirio Díaz, Miguel Negrete, Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid, y había instalado un moderno sistema de información por la vía telegráfica, de tal suerte que el presidente se enteraba de los acontecimientos importantes en breves minutos de sucedidos.  

Juárez recibió el primer telegrama a las 9:30 de la mañana del día 5 de mayo de 1862, informándole que el ejército nacional estaba esperando el inicio de la batalla.         

Luego, a las 12:30 horas recibió otro telegrama de Zaragoza diciendo que el fuego de las artillerías estaba en todo su apogeo. 

A las 4:15 de la tarde recibió el tercero que decía: Dos horas y media nos hemos batido. El enemigo ha arrojado multitud de granadas.— Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con cuatro mil hombres. Su impulso fue sobre el cerro. — En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero.— I. Zaragoza.

Entre las 12:30 horas y las 16:15 horas, mientras llegaba el tercer telegrama, por única vez se le vio a Juárez nervioso, pues era el inicio de una guerra desigual y el pueblo de México no acababa de asimilar aún la derrota de 1848 cuando el invasor norteamericano le arrebató la mitad del territorio nacional, así que si no llegaban buenas noticias, la auto estima del pueblo se caería al suelo, siendo muy difícil volverla a levantar.

Y cuando un pueblo pierde su autoestima, pierde todo.

Pero llegó el tercer comunicado que fue más que alentador; provocó una de las sonrisas más amplias que se le conoció al adusto zapoteco de hierro forjado, al mexicano que asombraría al mundo con sus frases y actos de gobierno.

El día cerró con broche de oro cuando a las 5:49 de la tarde el ministro Guerra le daba el telegrama original que Zaragoza envió y decía:

“... Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente de izquierda y derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4,000 hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza