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Lo que los medios mexicanos deben aprender sobre cubrir la violencia machista

CIUDAD DE MÉXICO - Cuando Lucely Chalá demandó a su exmarido, el futbolista ecuatoriano Renato Ibarra, en marzo de 2020, tenía diez semanas de embarazo y la fiscalía de Ciudad de México abrió una carpeta por violencia familiar. Ibarra fue detenido durante una semana. Solo unos días después, las calles de varias ciudades mexicanas se llenaron de mujeres que se manifestaron en el Día Internacional de la Mujer en contra de la violencia.

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Probablemente animada por ese espíritu surgido después de las marchas feministas, Chalá dijo: “Oyes de la violencia contra las mujeres y no piensas que eso que les está pasando a miles te puede pasar a ti. No porque el hombre sea figura pública o él nos mantenga económicamente tenemos que quedarnos calladas”. Y tanto los equipos deportivos como los medios tienen una responsabilidad muy grande en ayudar a acabar con la complicidad y la cultura del silencio que ampara a los agresores de mujeres.

El entonces equipo de Ibarra, el América, uno de los más importantes de la liga mexicana de futbol, separó “definitivamente” al futbolista de sus filas y reiteró su “compromiso absoluto y cotidiano para contribuir a erradicar la violencia de género”. Pero Ibarra volvió al equipo dieciséis meses después y a finales de agosto regresó a la cancha. Entró al minuto 74 y la afición lo aclamó, y lo ovacionó otra vez cuando anotó el segundo gol que le dio la victoria a su club.

El lunes 23 de agosto, al día siguiente del partido, diversos medios de comunicación deportivos también celebraron a Ibarra con titulares como: “Golpe de autoridad”, “De presunto agresor a goleador”, “Así sí”, “Renació Ibarra. Regresó a lo grande con gol”, que muestran cómo para quienes editan esos medios la violencia en contra de las mujeres es una cuestión simpática.

Esta cobertura es una evidencia desoladora de la forma simplificada y errónea con la que el periodismo aborda la violencia contra las mujeres: una cobertura, sobre todo, perjudicial. Titulares y juegos de palabras como esos deberían ser inaceptables en un país donde los feminicidios y las agresiones contra las mujeres van en aumento.

El deber de los medios es abordar la realidad con la complejidad, sensibilidad e inteligencia necesarias para entender los grandes asuntos del mundo. Y los medios deportivos —que tienen la misma responsabilidad— han realizado un trabajo tremendamente deficiente al tratar la violencia contra las mujeres. Son los medios de comunicación quienes juegan un papel fundamental en cómo se percibe la violencia: desde condenarla y denunciarla hasta normalizarla y hacer chistes con ella.

A muchas personas les parece que la indignación ante esta falta de criterio es una exageración. No lo es. México es uno de los países de América Latina con mayor violencia contra las mujeres, donde 11,2 mujeres son asesinadas al día, según datos oficiales. Solo en abril de 2020 337 mujeres fueron asesinadas. No hay duda de que este es un problema sistémico, que atañe a diferentes actores sociales.

Después de que Ibarra fue separado del América el año pasado, llegó en préstamo al Atlas. Que Ibarra se mantuviera activo en el campeonato fue posible debido a que ni la Federación Mexicana de Futbol (FMF) ni la liga mexicana cuentan con lineamientos claros sobre cómo responder en casos de violencia en contra de mujeres ni qué consecuencias debe haber.

Solo por mencionar un par de ejemplos, el ahora delantero del equipo inglés Wolverhampton Raúl Jiménez fue acusado de agredir físicamente a una mujer en 2012 sin ninguna penalización conocida, judicialmente o a cargo de su entonces equipo, también el América. Apenas hace unos días, otro equipo mexicano, el Puebla, anunció la contratación de Dieter Villalpando, quien en octubre pasado fue acusado de abuso sexual y por ello fue despedido de las Chivas.

También encontramos esa ausencia de procedimientos claros en los medios de comunicación.

Sí hay avances en los medios en la manera de usar el lenguaje y cubrir temas sensibles, como el abuso infantil o en cómo nos referimos a las vidas y preocupaciones de las personas que deciden o se ven forzadas a migrar. Pero a quienes trabajamos en los medios aún nos falta mucho por hacer. La violencia de género es uno de los temas más desafiantes en este país y debemos exigir a nuestro periodismo estar a la altura, especialmente en el campo del deporte. Es hora de hacer cambios en los medios cuando se tratan temas que requieren de sensibilidad y sensatez.

Si de verdad queremos comprometernos absoluta y cotidianamente a cambiar la manera en que cubrimos y presentamos los casos de violencia contra las mujeres, hay que entender que es un trabajo que requiere de cuestionar conceptos e ideas que hemos considerado como aceptables o admisibles porque “así ha sido siempre”.

Más allá de los cursos de perspectiva de género, es necesario contar con la visión, voz y voto de editoras y reporteras en las juntas editoriales de las redacciones deportivas. Mientras más mujeres haya en puestos editoriales es mayor la posibilidad de que titulares como los mencionados no sean aprobados.

También es momento de reivindicar la figura de la Defensoría de la Audiencia: una persona que pueda ejercer un control de calidad, de estilo y de visión de un medio de comunicación. Los mismos consejos editoriales de los medios pueden elegir a una figura con una experiencia consolidada en el área que el medio más requiera —perspectiva de género, en este caso—. Pero también es tiempo de sentarnos a pensar y establecer políticas editoriales claras que sean una guía para cómo abordar, titular y escribir sobre asuntos como la violencia contra las mujeres, el racismo, discursos de odio o incluso sobre el uso del lenguaje inclusivo, en la cobertura diaria de los diarios y publicaciones, ya sean deportivos, políticos o literarios.

Establecer lineamientos y parámetros básicos sería mucho más significativo que publicar cintillos y páginas violetas en sus planas los 8 de marzo.

Paulina Chavira es periodista y se ha dedicado a analizar y reflexionar sobre el español.